domingo, 30 de marzo de 2008

La primavera en Granada
No todo ha de morir, 2008


Índice
Ladera del Zenete y Albaicín Bajo
1- Balcones para la primavera
2- Llega la primavera y no lo parece
3- Primera página del cuaderno del anciano
“Lo más hermoso de la vida”
30 de marzo: Las lilas, flores de primavera
31 de marzo: Los sueños que nos trascienden
1 de abril: Por el jardín de un carmen granadino
5 de abril: Por el aljibe del Zenete
6 de abril: Por las estrechas calles del Albaicín Bajo
7 de abril: Por la calle de Bocanegra
8 de abril: Hacia el Carme de los Escudos
10 de abril: Algunas aves en los jardines de los cármenes
11 de abril: Lluvias de primavera
14 de abril: Rocío de primavera
4- Algunas flores de primavera en el Albaicín Bajo
19 de abril: Por el Carmen de los Monfies

Río Darro, Paseo de los Tristes, Cuesta de los Chinos
Alhambra y Carmene de los Mártires



1- Balcones para la primavera

A Granada, a diferencia de otras ciudades del mundo, se le puede mirar desde muchos sitios elevados. Miradores naturales que, en cualquier época o día del año, ofrecen panorámicas importantes. Y, desde algunos de estos miradores, Granada se ve distinta según la época del año o el día o la hora. Algo que hay que vivirlo para saberlo. Y, desde luego, los miradores más originales se encuentran en el lado el Albaicín, donde la colina de la Alhambra y por donde el Carmen de los Mártires, hacia el barrio del Realejo. Por eso Granada, es la mitad de ella un gran balcón y la otra mitad, una extensa llanura llena de sombras, luces y colores.

Ya te he dicho que el mirador de la Lona, en un extremo del Albaicín, es punto y final o comienzo de la Granada Alta. A un lado, a la derecha según se mira para la vega, queda la Cuesta del Carril de la Lona. A la izquierda, mirando para la vega desde esta atalaya del Mirador de la Lona, queda la Cuesta de Quirós. Dos hermosas calles que suben desde los extremos de la ciudad y se juntan justo en lo más alto. En uno de los balcones naturales más bellos de esta ciudad, frente a la amplia vega y el sol de la tarde. El mirador natural frente al sol de la mañana es San Nicolás.
Pues desde aquí, en los primeros días de la primavera, se ve, se observa y se medita, un mundo muy original. Nuevo cada día, mañana o tarde, y especialmente bello por las noches. Por eso justo en este punto puse fin a mi relato del invierno en Granada y doy comienzo al que contará la primavera. Es un sitio éste, ya lo he dicho, que merece no solo un fin y un comienzo sino un sencillo y hondo libro. La primavera en Granada, observada y contada desde este balcón, tiene un matiz especial. Lo estoy viviendo y por eso lo escribo. Y también digo que el balcón de la izquierda, donde la pequeña plaza de la Cruz de Quirós, hay un algo especial para dar comienzo a la primavera. Un rincón estrecho, muy elevado en la ladera del cerro, recogido en sí, frente al sol de la tarde, empedrado, perfumado con el aire que sube desde la vega y lleno de un misterio muy concreto. Como si fuera algo que completa a la gran ciudad de Granada pero al mismo tiempo personal y nuevo.

2- Llega la primavera y no lo parece

A veces parece que las cosas son al revés de cómo esperamos o debiera. Como el caso de la primavera que acaba de llegar. Justo el último día de invierno el clima cambió por completo. Cuando todavía la Semana Santa caminaba por las calles de Granada. Fue la semana pasa, exactamente.

De la noche a la mañana bajaron las temperaturas, se nubló mucho el cielo, llovió un poco, nevó mucho sobre las cumbres de Sierra Nevada, sopló con fuerza el viento y todo parecía entrar en un crudo invierno. Han pasado los días, hoy es ya veinticinco de marzo, y el clima sigue con este aspecto. Hace frío por las noches, sigue muy nublado y no llueve. Y la primavera parece como si no se viera por ningún lado. Y sin embargo, es primavera. Muchos árboles ya se han vestido con trajes de preciosas florecillas y lo mismo muchos jardines y laderas del río Darro. Y hasta los jóvenes universitarios se preparan para celebrar “la fiesta de la primavera”. Pero esto es otro cantar en la verdadera primavera de Granada. Ellos se concentran para gritar, bailar y beber, bajo el pretexto de la llegada de esta hermosa estación del año y no le hacen ningún honor a ella. Su celebración es otra cosa. Y sin embargo, es primavera. Empiezo yo a observarla y me preparo para verla por muchos de los recogidos rincones de Granada. Y, especialmente, desde el Albaicín Alto, en el pequeño mirador de la Cruz de Quirós.

Ayer, cuanto ya se iba ocultando el sol por el fondo de la ancha vega, desde este pequeño mirador, contemplaba la tarde. Solo algunos turistas, subían o bajaban por la empinada cuesta y al fondo se palpaba el latir de la ciudad. Y meditaba tu lejanía y ausencia desde hace ya casi un año y, a ratos, pensaba en el Cortijo de la Viña. Ya sabes: el fantástico edén al norte de Granada y donde tiene su palacio la princesa guapa y el borriquillo Sinombre. Meditaba y me decía que también tengo que hablar de ella y de este rincón, cuando oí que alguien llegaba por mis espaldas. Volví mi cabeza y, ante mis ojos, me la encontré. Sí, era ella que, sin más rodeos, me dijo:
- Vengo para decirte que en el Cortijo de la Viña ya es primavera.
- También lo es en la ciudad de Granada.
- Y sin embargo, fíjate cómo blanquean las cumbres de Sierra Nevada.

Sobre estas altas cumbres, en estos últimos días de invierno, ha caído mucha nieve. Tanta que la nieve llega hasta las partes bajas. Le dije:
- La nieve es buena. Se necesita para que haya agua en la ciudad y en la vega. El río Genil, el que bien sabes tú que baja desde aquellas elevadas cumbres, es el que nos trae la vida. Ahora que llega la primavera, todas las plantas brotan y echan flores. Y en los jardines, públicos y privados de Granada, hay muchas plantas. Y a esta ciudad ya sabes que vienen muchos turistas. Este invierno ha sido de los más secos del siglo y por eso necesitamos agua. Y, ya que no ha llovido, al menos la nieve de Sierra Nevada, nos aliviará un poco.

Junto a mí, en el pequeño mirador de la Cuesta de Quirós, la niña se sentó. En sus manos traía un cuaderno. Lo miré y, antes de que me dijera nada, adiviné qué es lo que en este cuaderno hay escrito. Y me lo confirmó diciendo:
- El Anciano amigo nuestro nos ha dejado en herencia todos sus escritos. Ya lo sabes. Y, de entre los muchos cuadernos suyos, hoy he cogido éste. Y no es porque aquí haya dejado escrito él algún hermoso relato de primavera aunque yo creo que sí.
Me mostró las tapas del cuaderno y, en letras grandes, vi escrito el título: “El Joven de la Túnica blanca”. Me siguió diciendo:
- Esta historia, para mí, es una de las más hermosas que escribió nuestro amigo. Me gusta mucho. Y por eso ¿sabes qué he pensado?
- Dímelo.
- Ahora que empieza la primavera y tú te has propuesto escribirla para regalársela a la persona que ha sido nuestra mejor amiga, he pensado que podrías hacerlo usando como cimiento la historia que hay escrita en este cuaderno.
Medité un minuto y luego le pregunté:
- ¿Por qué crees tú que es una buena idea contar las cosas de la primavera en Granada usando como cimientos la historia del cuaderno del Anciano?
- Porque merece que se sepa la historia tan bonita que aquí ha dejado escrita. Y porque es una muy perfecta y profunda pincela de la belleza de Granada.

Frente a nosotros, con los últimos rayos del sol de la tarde, silenciosa la ciudad. Y al mirador pequeño de la Cuesta de Quirós, llegaban y se iban algunos turistas. Todos hacían fotos y alguno que otro preguntaba. Al fondo y en el mismo centro de la ciudad, la robusta silueta de la catedral. Le dije a la niña:
- Yo también pienso que será muy bonito contar la primavera en Granada sobre el relato que el Anciano ha dejado escrito en su cuaderno. Esta misteriosa ciudad, aplastada en los cerros y laderas y extendida por la llanura de la vega, merece un tratamiento especial a la hora de escribirla. ¡Hay tantos matices en cada callejuela, jardincillo, luz y sombra! A ahora en primavera, ya está viendo. Como si todo fuera un dulce sueño que lentamente se abre para que lo gocemos despacio.

Me alargó el cuaderno y otra vez me dijo:
- Que lo que en estas hojas hay escrito te sirva como tierra para sembrar las flores, luces, colores y olores de la primavera en Granada. Habla de ella y habla de las tardes, mañanas, calles, rincones y plazas y habla de la belleza y de la eternidad. Todo es ausencia desde que se marchó nuestra amiga y todo es espera desde que nos falta el Anciano. Pero Granada, como bien dices tú, es como un sueño que solo mirarlo llena de paz el alma. El Anciano así lo vio y ella de igual modo lo soñó. Cuéntalo todo desde el corazón para que muchos veamos lo que hay dentro del corazón de la primavera de Granada. Tal como ha hecho siempre el Anciano del cortijo del Laurel: describir y hablar de las cosas siempre desde dentro, desde el corazón de las cosas, paisajes, atardeceres, luces, sombras…

Y digo que tiene razón la niña del Cortijo de la Viña. Te voy a contar la primavera en Granada desde el corazón. Es lo mejor de todo. Porque de este modo es como el corazón se alimenta y porque la sinceridad de las cosas es lo que de verdad es bello y vale por encima de todo.


3- Primera página del cuaderno del anciano
“Lo más hermoso de la vida”

Lo más hermoso de la vida es soñar. Mucho más hermoso que ser muy rico y tener mucho dinero. Más hermoso aun que la misma vida y mucho más placentero que la realidad más perfecta.

Y lo más difícil de la vida es conseguir hacer real los sueños que soñamos. Muy pocas veces, en la vida, lo logramos. Pero lo segundo más hermoso de la vida es luchar por los sueños que soñamos. Y en la lucha por alcanzar lo que soñamos es donde gastamos la vida entera. Así que la vida es solo una lucha por materializar el sueño que en el corazón llevamos. No hay más. En este sencillo esquema se encierra la vida de todas las personas que vivimos en esta Tierra.

Pero una cosa más tengo muy claro: en la lucha por hacer real el sueño que llevamos dentro, es donde se encuentra la gran verdad. No en el sueño que soñamos ni en la realización de este sueño, sino en el esfuerzo por conseguirlo. En esto gastamos la vida entera y es donde vamos encontrando, a veces alegría, otras veces, desánimo, cansancio, ilusión, gozo… Todo, todo aquello de lo que está hecha nuestra vida. La parte espiritual y la parte material.

Esto es lo que me decía a mí mismo la otra noche, mientras, pensando en ti, me iba quedando dormido en la solitaria habitación que me cobija y al fresco vientecillo del verano. Y me quedé dormido. Tuve un sueño y en él seguía pensando que lo mejor de la vida es luchar por el sueño que, en el alma, cada uno llevamos. Era por la tarde. Me vi caminando por algunos de los rincones de Granada, buscándote. Por algunos de los sitios que sé has estado. Y, aunque sabía que no iba a verte, ni ahora ni nunca, caminaba ilusionado. Y, mientras iba caminando y mirando las cosas y a las personas, me decía a mí mismo que tenía que encontrar la manera de contarte, en un sencillo relato, lo que siento y lo que sueño. Para que sepas lo que has sido y lo que has dejado por esta ciudad de Granada.


30 de marzo: Las lilas, flores de primaveraLas casas, en el barrio del Albaicín, casi todas son viejas. Y, muchas de ellas, tan antiguas que se caen a pedazos. Aunque la mayoría ya están restauradas y siguen siendo casas. Quiero decir que, en este barrio del Albaicín, hay pocos pisos. Las típicas viviendas modernas y más en las grandes ciudades. En este rincón de Granada, la mayoría de las viviendas, son casas. Y, en algunos trozos del barrio, más que en otros.

¿Y qué ventajas tiene que en este barrio haya tantas casas y no pisos modernos? Con la niña lo comentaba ayer por la tarde. Sentados en el recogido mirador de la Cuesta de Quirós, en la pequeña explanada de lo que fue la entrada al Ojo de Granada, me decía:
- En el Cortijo de la Viña ya han florecido las lilas.
Le contesté:
- Y también en los pequeños jardincillos de muchas de las casas del barrio del Albaicín.
- ¿Cuántas casas con jardín, huerto y ciprés hay en la ciudad de Granada?
- Varios cientos.
- ¿Y en todos los jardines de estas casas tienen lilas sembradas?
- En muchos sí y en otros limoneros, nogueras, parras, palmeras… Ya sabes tú que esto es una de las características de las casas en el barrio del Albaicín.
- ¿Y si en lugar de haber tantas casas viejas fueran pisos modernos?
- Pues que las lilas por aquí, en estos primeros días de primavera, no habrían brotado.

Hoy ya es treinta de marzo. Se abre el día sin nada de nubes, todo el cielo despejado, cantan las abubillas y arrullan las tórtolas y hace fresco. Pero en la mañana de este día de primavera, lo mismo que ayer por la tarde cuando se ponía el sol, el aire huele a flores de lilas. No todas pero sí muchas, han brotado en los patios y jardines de las casas viejas del barrio del Albaicín. Algo hermoso que no ocurre en ninguna otra ciudad del mundo. Ni siquiera en otros rincones de esta ciudad. Por eso la niña, ayer por la tarde, frente a una puesta de sol muy bella, me seguía comentando:
- Si el Anciano estuviera y si estuviera la amiga que se marchó qué hermosa sería ahora por aquí la primavera.
- La primavera siempre es hermosa. Y, de una forma especial, en este lugar de la tierra. Pero lo que dices es cierto: si ellos estuvieran, todo por aquí tendría otra belleza.
Y sería así ciertamente. Ya las lilas han florecido en muchos de los jardines de las casas viejas del Albaicín. Y con su perfume se impregnan todas las calles, rincones y plazas. Y la primavera vista, saboreada y meditada desde el mirador del Ojo de Granada, tiene un matiz especial. Y más lo tendría si el Anciano estuviera y si estuvieras tú.

Faltas
pero el Supremo jardinero,
de flores guapas,
llena cada día los jardines
de Granada

Flores delicadas
que al llegar la primavera
brotan y exhalan
el perfume de la tierra
en la mañana.

Estrellas moradas,
lilas frescas
que regalan
sus esencias al corazón
y al alma.

Primavera azul.
tardes templadas,
oración consoladora
que callada
irradia perfume de flores
y salvan.


31 de marzo: Los sueños que nos trascienden

En algunos de los patios y pequeños jardincillos de muchas de las viejas casas de este barrio también crece la glicinia. Una delicada planta que florece justo en estos primeros días de la primavera. Y es tan espectacular que sus ramilletes de flores cuelgan y se desbordan por encima de las pareces que protegen a estos jardincillos y patios. Porque la Glicinia japonesa, Wisteria floribunda, abre sus flores en grandes racimos colgantes, de hasta 25 cm de longitud. Son de color azul violáceo, aunque hay también variedades con flores blancas o rosas. Estos manojos de flores siempre desprenden un fino perfume. Y la glicinia hecha las flores antes de que aparezcan las hojas. También brotan racimos más pequeños en verano-otoño en una segunda floración. Y la planta pueden tardar varios años en comenzar a producir flores. Los frutos aparecen tardíamente en forma de bayas colgantes, verdes y aplanadas. Las semillas y vainas son muy venenosas si se ingieren. Se usa, muchas veces esta planta, para cubrir porches, pérgolas, muros o paredes de edificios o trepando por los árboles.

Pues ayer por la tarde, último domingo del mes de marzo, hasta nosotros llegaba el olor de las flores de esta planta. Como si todo el barrio del Albaicín y, en especial, por este lado del Zenete, estuviera impregnado de este grato olor. Un poco antes de ponerse el sol, en la plaza que hay por delante de lo que fue el Ojo de Granada, la niña tenía el cuaderno del Anciano en sus manos. Miraba ella al sol que ya se iba allá por la profunda vega y, de vez en cuando, me miraba a mí. Los dos respirábamos el aire fresco que de la ciudad subía. Y miraba ella las pequeñas matas de hierba que, por entre las piedrecillas del empedrado, ya han nacido. Son algunas de las señales, además de las flores en los patios y jardines, propias de la primavera en esta ciudad de Granada.

La tarde, solitaria a pesar de los que, de vez en cuando, algunas personas subían por la empinada Cuesta de Quirós. Y de fondo, como un leve y sordo sabor a tristeza. Es el de tu ausencia que vive con nosotros desde que te fuiste. Como si desde que te marcharas al alma le faltara un trozo de la vida propia. Pero la niña, de esto no me decía nada. Con el cuaderno del Anciano en sus manos, lo abrió por el centro, me mostró unas de las páginas y me dijo:
- Escucha y verás qué cosas más hermosas ha dejado estas aquí el Anciano.
Y no le dije nada. Simplemente esperé y puse atención a lo que me anunciaba. Y leyó lo siguiente:
- “¿Sabes? En la vida, al final de todos los tiempos, no quedará nada más que nuestros sueños. Un día, como en un abrir y cerrar de ojos, nos encontraremos delante de Dios. Y frente a nosotros aparecerá un mundo hermoso, muy distinto a éste y transformado. Allí todo será dulzura y belleza. Y allí, lo más importante, lo que permanecerá luminoso por encima de todo, será precisamente esto: el sueño que cada uno hayamos tenido en esta tierra. Porque los sueños siempre nos trascienden y por eso ellos son los que nos dejarán eternos. Al final de todos los tiempos, solo tendremos con nosotros y para siempre, nuestros propios sueños”.

Cerró la niña el cuaderno del Anciano, me miró de nuevo y luego observó los ramilletes de flores moradas que rebosaban por encima de la pared de la casa. En el viejo patio de una casa vieja ha la primavera de este barrio, ha brotado la primavera. Me preguntó ella:
- ¿Llamamos a la puerta y pedimos permiso a ver si nos dejan entrar y la vemos?


1 de marzo: Por el jardín de un carmen granadino

La puerta es de hierro forjado. De la mitad para abajo toda maciza y en la parte de arriba, con rejas. Para que las personas que pasan por la calle se puedan asomar y ver las plantas que decoran en el patio. Un espacio que es jardín, algo de huerto, piscina, fuente y asientos para el recreo. ¿Y qué plantas son las que en este patio crecen?

La niña y yo nos acercamos, buscamos el timbre y llamamos. De momento, dos perros nos reciben con sus ladridos, uno negro y el otro lanudo color blanco y negro. Los calma la niña diciéndoles que somos personas de paz y callan. Por la reja de la parte alta de la puerta miramos mientras esperamos que alguien nos conteste por el portero automático. Las flores de la glicinia cuelgan espesas, como si chorrearan en una lluvia de colores, traspasadas por la luz de la tarde y mecidas por el vientecillo amable. Me dice ella:
- ¡Mira qué precioso! Parece de película y por eso da pena que no esté ni el Anciano ni la amiga del país infinito, allá donde todo es blanco.
Siento que el corazón se me encoge y más cuanto mayor es la belleza del cuadro que frente a nosotros se abre.

Porque ciertamente es verdad: recorrer hoy otra vez Granada para regalártela y encontrarla tan engalanada de primavera y que no estés ni sepas nada, duele con un dolor que se hace nudo en la garganta. Cuando no se pueden compartir las cosas bellas que se aman, parece que hasta el aire que roza es triste. Como si la vida no supiera a nada. Se oye, en estos momentos, el canto de un mirlo y los arrullos de una tórtola. Me vuelve a decir la niña:
- Si nos dejan entrar y nos dan permiso, hazle fotos a todas las flores que en este jardín crecen. A las enredaderas y a las parras, a las lilas, tulipanes, lirios, a los granados y a las nogueras. Como si fuera éste el único carmen, casa con jardín, fuente y ciprés, que hubiera en todo el barrio del Albaicín y en el mundo entero.
- ¿Estás pensando en mandarle a ella todas estas fotos y lo que escribamos?
- Se las podríamos mandar y podríamos también ofrecerlas como un homenaje más a nuestro amigo el Anciano.


Mientras esperamos en la puerta la niña habla con el perro negro. Y, mientras habla con él me dice quedamente:
- El Anciano escribió con un estilo muy sencillo pero para mí muy bello. Y, de su manera, de escribir lo que más me gusta es la forma en que subraya las cosas. Sin negritas ni mayúsculas pero destacando, palabras, frases o pensamientos, con una singularidad tal que gusta mucho y llena.

Y, voy a preguntarle a ella para que me aclare lo que comenta, cuando vemos que al fondo se abre la puerta. Una puerta pequeña que hay al final de largo y estrecho pasillo que atraviesa el jardín de un extremo a otro. Y por la puerta sale una señora. Nos saluda y desde la distancia dice:
- Esperad un momento que me acerco. Con los ladridos de los perros y el de los coches no oigo nada de lo que me decís por el portero automático.
Esperamos y, en unos segundos, ya está a nuestro lado. Nos da las buenas tardes y enseguida la niña le dice:
- Estamos recorriendo algunos de los rincones de Granada para escribirlos y sacarle fotos ahora en primavera. Y, al pasar por aquí hemos visto las flores de tu jardín. ¡Son preciosas! ¿Nos das permiso para entrar y verlas de cerca y hacerle fotos?
- ¡Claro mujer! Pasad con toda confianza que esta casa mía es vuestra casa.
Y abre la cancela de hierro. Nos invita a entrar y a que recorramos su jardín por donde nos apetezca.

Le damos las gracias y la niña comenta de nuevo:
- Este jardín tuyo es como una muestra muy importante de la primavera en Granada.
- Muchos me dicen eso pero ahora lo tengo un poco abandonado. Y aun así es verdad que este jardín mío tiene abundantes árboles y flores. ¿Es que estáis escribiendo un libro?
- Lo estamos intentando.
- ¿Para venderlo y sacar dinero?
- Solo por capricho y para ofrecerle un recuerdo a dos personas que ya no están ni en Granada ni con nosotros y hemos querido mucho.
- ¡Cuánto lo siento! ¿Eran vuestros amigos?
- Mucho más que eso. Los dos, ella y el Anciano, han sido como trozos en lo más hondo de nuestros corazones. A nadie hemos querido nunca tanto en nuestra vida como a ellos.
- ¿Y dices que uno era un Anciano?
- Nosotros lo hemos llamado siempre así aunque en su corazón tenía y tiene tanta juventud como el más joven que tú hayas conocido nunca.
- Pues no hace mucho tiempo pasó por aquí, también un día, un anciano muy bueno que iba en compañía de un joven vestido de blanco. Si acaso luego, cuando terminéis de ver este jardín mío, os sentáis aquí un rato conmigo y os cuento.
- Lo que tú quieras eso haremos.

Subimos los tres escalones de la entrada y enseguida estamos bajo el emparrado de los ramos de glicinia. Moradas y abiertas y exhalando perfume a chorros.
- Parecen los panales de un enjambre.
Comenta la niña. Y le digo yo:
- Y como si colgaran del cielo mismo ¿verdad?


Justo debajo del emparrado que sujeta a las flores de glicinia, están los bancos. Tres y son de hierro forjado, pintados en blanco. Nos aclara ella, la dueña de este carmen y buena persona:
- Antes y en verano, donde ahora cuelgan estos ramilletes de flores, poníamos un toldo. Para que nos diera sombra. Pero al mismo tiempo también daba mucho calor. Como no dejaba pasar el aire siempre hacía bochorno. Por eso sembramos esta enredadera. Ya estáis viendo qué florida se pone nada más llegar la primavera. Y, antes de que se le acaban las flores, hecha las hojas. Muchas, todas muy verdes y espesas. Su sombra es mucho más fresca y densa que la del toldo.
Y la niña comenta:
- Es una idea estupenda.

Frente a los bancos y en el mismo centro del rectángulo que forma el jardín está la piscina. Tapada con una lona para que el paso del otoño, invierno y primavera no la ensucie. El viejo limonero cargado de limones queda cerca de la piscina y, los arriates de los tulipanes, llenan toda la pared de la derecha. Ya la primavera también les ha dado vida y se abren frescos mostrando sus brillantes colores. Al fondo del rectángulo se ven los setos de mirto que quedan rematados por un gran mechón de cañas de bambú. En el mismo centro del gran rectángulo y, junto a la piscina, crece la noguera. Ya mostrando también sus nuevos brotes, frescos y de colores y, junto a ella, el ciprés. Pegado al tronco se encuentra la fuente con sus dos chorrillos de agua clara y el pequeño naranjo y un cerezo florecido. Como si arroparan a la fuente para darle frescura al agua y que huela a azahar.

A todo le hago fotos. Y también a los limones y a las blancas flores del limonero. Ya le han brotado y hermosas se muestran por entre los amarillos limones y las verdes hojas. También han brotado las flores del naranjo y las del cerezo. Por eso me dice la niña:
- Lo mismo que en nuestro Cortijo de la Viña.
El perfume del azahar se mezcla con el que mana de las flores de la glicinia y por eso por todo el recinto hay un denso olor a cielo. Cientos de abejas revolotean libando en las florecillas y canta un mirlo. Sus trinos se funden con el rumor del agua de la fuente y los golgojeos de algunos gorriones. De nuevo comenta la niña:
- Tu carmen es precioso y la primavera te lo está vistiendo con sus mejores galas. ¿Sabes tú cuántos cármenes como éste hay en el Albaicín y en Granada?
- Muchos, hija mía. Granada entera y más ahora en primavera, está llena de jardincillos floridos y olorosos. Si no lo crees te animo a que la recorras ya verás como no te miento.

La tarde va cayendo. Mientras la niña y yo despacio hemos ido observando cada rincón del jardincillo, la dueña nos ha acompañado. Al lado nuestro nos ha ido contando la historia y nombres de cada una de las plantas y nos ha dado ánimo. Sintiéndose orgullosa de mostrarnos su casa. Al final, se ha sentado en uno de los bancos de hierro. Le he ofrecido el libro que llevo en mis manos y le he dicho:
- Son algunas de las fotos y lo que hemos escrito del invierno que hace unos días ha terminado.
Con interés lo ha cogido y se ha puesto a mirar las fotos y a leer algunos de los párrafos. Ha preguntado:
- ¿Y qué pretendéis hacer con todo este material tan original y bueno?

Junto a ella, en los otros bancos, nos hemos sentado nosotros. Yo con la máquina llena de fotos y la grabadora atestada de información. A la pregunta que la dueña ha hecho la niña ha respondido:
- Ojalá pudiéramos publicarlo para que muchas personas vean y lean algunas de las abundantes cosas bellas que hay en Granada.
Se produce un breve silencio. La duela sigue pasando las hojas del libro. Comenta algunas de las fotos y luego dice:
- el anciano que hace un tiempo pasó por este carmen mío, también traía con él un cuaderno. Lo acompañaba un joven vestido de blanco y los dos decían que iban buscando a una princesa. Pero más la buscaba el joven que el Anciano. Decía que ella había venido a este lugar de la tierra, en busca de un sueño. Me preguntaron que si yo la había visto y le dije que no.

En sus manos la niña tenía el mismo cuaderno que la dueña había visto al Anciano. No dije nada pero sí pensé que podría mostrárselo a la amable mujer que nos estaba dejando ver su jardín. No lo hizo. Y tampoco comentamos nada ninguno de los dos, ni del joven ni del Anciano. Observamos, durante unos segundos, el ramillete de rosas de pitiminí que rebosaba por encima de la tapia. Recortadas sobre el fondo verde de algunos cipreses y otros árboles. Dijo de nuevo la buena mujer:
- Todavía no ha llegado del todo la primavera. Y como este año no ha llovido casi nada, las plantas no tienen mucha fuerza. Pero si volvéis por aquí luego en el mes de mayo ya veréis vosotros qué bonito está todo esto.
Le damos las gracias y le decimos que sí, que si podemos, luego en el mes de mayo, volveremos.
- Pero ya esta tarde tú has sido muy amable con nosotros. Nos has tratado como si fuéramos tus amigos verdaderos.


5 de marzo: Por el aljibe del Zenete

Hoy ya es sábado cinco de marzo. Hace fresco al amanecer pero no hay ni una sola nube ni señales de que en los próximos días pueda llover. Sin embargo, al comentarlo con la niña, me ha dicho:
- Parece que a partir del domingo sí se van a presentar las lluvias.
- ¿Por qué lo sabes?
- Tengo noticias y son muy fiables. Y puede ser que ahora sí llueva como no lo ha hecho en todo el invierno. Creo que marzo y abril van a ser dos meses lluviosos.

Nos hemos venido al pequeño mirador que hay por encima del aljibe del Zenete. Una antigua construcción bien conservada que hay justo en el centro de este trozo del Albaicín Bajo. Y desde este mirador, trazado y elevado como si fuera un balcón en mitad de la Cuesta de Quirós, observamos la ciudad y la zona que tenemos cerca. No hay por aquí muchas señales de primavera. Las calles todas son estrechas, las casas bajas y chicas y las plantas muy escasas. Solo junto a la construcción del aljibe hay un pequeño trozo de tierra con algunas adelfas, pitas, chumberas y poco más. Sí también algunas macetas en las ventanas y lo demás calles y casas. La estrecha y larga del Zenete que viene desde Cuesta Alhanaba y se junta con la Cuesta de Quirós un poco antes de la plaza de San Gregorio. Me dice ella:
- Por este rincón de Granada la primavera casi no tiene presencia.
Y estoy de acuerdo.

Y, sin embargo, le digo:
- Pero lo que hay es bueno que lo contemos. Las cosas tal como son.
Y entre otras pequeñas peculiaridades, por este rincón hay mucho silencio, se ve una gran extensión de casi toda la ciudad y parte de la zona baja del Albaicín. Son importantes las puestas de sol que se ven desde aquí y el ruido de los coches ni se percibe. Por eso es mucha la tranquilidad.


6 de marzo: Por las estrechas calles del Albaicín Bajo

La calle baja desde el mirador que hay sobre el aljibe del Zenete. Y la calle es ancha, empedrada toda ella, descendiendo por la cuesta en escalones anchos y escoltada, a derecha y a izquierda, por paredes. En la esquina tiene un farol y una salida por la izquierda. Lleva esta salida a la entrada de un carme que se alza por aquí.

Con el cuaderno en sus manos la niña me dice:
- En este barrio del Albaicín y más por este rincón siempre parece que nunca el tiempo pasa. Como si la primavera, el verano, el otoño o el invierno fueran una misma cosa. Y como si las casas, las calles y las plantas, siempre estuvieran esperando y nunca llega lo que esperan.
- Es cierto y además, fíjate que las pocas personas que por aquí pasan lo hacen también como fuera del tiempo. Como si buscaran, por entre estas callejuelas, algo que ni saben qué es. Pero lo buscan con gran interés.

Segunda puerta en la segunda calle por la izquierda. Una vieja palmera emerge por entre las blancas paredes. Como si no estuviera clavada en la tierra y solo pretendiera irse al azul del cielo. Ya aquí, la calle Cuesta de Quirós se ensancha mucho, es más llana, deja de tener escalones pero sigue empedrada. Algunos rosales y claveles en este jardín de la palmera que también ya tienen sus flores abiertas. Para estas plantas ha llegado la primavera pero son poca cosa en este viejo y prieto rincón del Albaicín Bajo.

Le hacemos una foto a la palmera y seguimos. Por la derecha sale una calle que baja buscando calle Elvira. Al frente otra calle y por ella avanzamos. Remonta un poco y giramos para la izquierda. Si continuamos al frente iríamos a salir justo a la plaza de S. Gregorio, donde termina S. Juan de los Reyes y Calderería Alta. Por la izquierda, callejuela estrecha por la que hemos girado y subimos ahora, nos queda un pequeño jardín. Un trozo chico de tierra acotada en la ladera y todo sembrado con cactus. Una muy bella vista sobre la silueta de la catedral. Es ella la que me pide que le haga una foto y que salgan en primer plano los cactus.
- Seguro que ella, cuando la vea, va a gustarle. Ya sabes que en su país no hay cactus y creo que este rincón tampoco llegó a conocerlo. - Le gustará, seguro. Porque además, la foto desde este lugar es fantástica.


7 de marzo: Por la calle de Bocanegra

La calle de Bocanegra se aparta por la izquierda de la calle Cruz de Quirós a los cincuenta metros de comenzar ésta. Tiene una anchura de unos cuatro o cinco metros, empedrada y en leve cuesta al comienzo. Un carmen pequeño por la izquierda y con las plantas rebosando por las paredes del patio. Están repletas de flores amarillas. Calle Cascajar enseguida por la izquierda y lleva justo a la plaza de S. Miguel Bajo. Solo unos metros más adelante y también por la izquierda el carmen de la Muralla de Cadima. También chico pero bonito y con plantas asomando por encima de las paredes.

Me dice la niña:
- Cada vez me asombra más este lado y rincón del Albaicín. Parece como si por aquí se hubieran concentrado las casas más lujosas y bella desde los lejanos tiempos.
- Eso es cierto y por eso la primavera, aunque ya está viendo que ha llegado con poca fueraza, es por aquí especialmente hermosa.
- Y ella, nuestra amiga del país blanco ¿llegó a conocer las callejuelas y plaza de este rincón de Granada?
- Seguro que no. Y, aunque en algún momento recorriera estas callejuelas, lo hermoso por este lugar son las casas por dentro. Y esto si que estoy seguro que no lo vivió.

A unos veinte metros de recorrido, la calle de Bocanegra, termina de remontar y se allana. Otro pequeño carmen por la izquierda. Y en éste no son las plantas las que rebosan por encima de las tapias. Las plantas las han puesto en macetas y lucen colgadas de los balcones. Casi todos son geranios y están repletos de flores. Aparece por la derecha la calle S. José. Es esta calle bastante principal y por eso por ella descienden las procesiones que salen de la iglesia de S. Miguel Bajo. Discurre muy inclinada y, a solo unos metros de este cruce, en la calle de S. José queda la iglesia con el mismo nombre. Rincón chiquito y muy bonito donde se recoge este templo y lugar fantástico para observar la primavera por las laderas de la Alhambra. Vuelve a comentar la niña:
- El Anciano sí dejó escrito, en unos de sus cuadernos, todas estas callejuelas y plazas. Y estoy pensando que, un día, cuando hayamos recogido la primavera y llegue el verano, me traigas por aquí. Nos sentamos en el mejor sitio y me lees el contenido del cuaderno que te digo. ¿Te parece bien?


8 de marzo: Hacia el Carme de los Escudos

El último tramo la calle de Bocanegra, en bajada, cambia de nombre. Se le conoce, en los callejeros y en todo el barrio, con el nombre de Clavel de San José. Y por la izquierda, este último tramo de calle, queda un espacio grande. Toda una manzana no de casas sino terreno acotado con altas tapias. ¿Sabes tú qué es toda esta manzana? Casi exclusivamente los jardines de dos grandes cármenes. ¿Sus nombres? El Carmen de los Escudos y el Carmen de los Monfies. El primero tiene su entrada por la calle Tiña y calle de Santa Isabel la Real y es compañero con el Carmen de los Monfies. Este segundo tiene su entrada por la pequeña calle Cauchiles de San Miguel. El San Miguel Bajo, iglesia y plaza que queda al lado de arriba de estos dos cármenes.

Y son importantes no solo por el terreno que ocupan sino por los jardines que hay en ellos. Por encima de las tapias rebosan las ramas de granados, higueras, rosales de rosas pequeñas, cipreses, palmeras y otras muchas plantas. Por eso, a simple vista y cuando se recorren estas calles, lo que más llama la atención son estos árboles. Clavados en la parte más alta del cerro del Albaicín, las plantas en los jardines de estos cármenes, sobresalen por encima de todas las casas. Asombran por su majestad.

Ayer por la tarde, aunque llovía y hacía viento, al pasar por aquí la niña me decía:
- Le pedimos permiso y si nos deja los vemos. ¿No crees tú que merece la pena los jardines de estos cármenes dentro de la primavera que estamos buscando?
- Sí que merece la pena. Si tenemos suerte y nos dejan será algo muy incesante. Pero la primavera de este año de pronto se ha tornado en invierno. Ayer por la tarde todo el cielo estaba lleno de espesas y negras nubes. Y hacía frío y corría el viento. A ratos llovía y a ratos la ciudad y los tejados de las casas en este barrio relucían recién lavados. Y según las noticias hoy y mañana y quizá todo lo que queda de semana sea invierno. Que llueva, desde luego, porque es lo que más falta hace pero la primavera parece que tampoco llega.

Al llegar a la calle Tiña torcemos para la izquierda y subimos unos metros por ella. Y, al llegar a la puerta, nos paramos. Leemos en la pared: “Carmen de los Escudos”. La puerta es de madera vieja, muy recia, clavos anchos de hierro y una aldaba para llamar. Aldaba, del ár. hisp. aḍḍabba, y este del ár. clás. ḍabbah, literalmente, 'lagarta', por su forma, en origen semejante a la de este reptil. Pieza de hierro o bronce que se pone a las puertas para llamar golpeando con ella. Me dice la niña:
- Por llamar y preguntar no pasa nada ¿verdad?
- Venimos en son de paz y somos personas buenas y educadas. Por llamar y preguntar a nadie hacemos mal.
Y llamamos.

Justo al golpear con la aldaba en la madera la hoja de madera se abre. Aparece un pequeño pasillo empedrado y con gruesas vigas de madera del mismo color que el de la puerta. Al fondo se ve otra entrada y más adentro un ancho patio repleto de plantas con flores. Pero más cerca de nosotros se ven dos jóvenes. Andan pintando unos hierros. Parece una lámpara antigua. Al vernos y verlos la niña les pregunta:
- Nos gustaría hacerle unas fotos a las flores de vuestro jardín ¿podemos?
- Sí, pasad y esperad uno minuto que llamo a mi madre.

Atravesamos la primera puerta y nos acercamos a ellos. Los saludamos cortésmente y, mientras esperamos que aparezca la madre lo grande y hermoso que se ve su jardín. Nos dice que es cierto pero que no es ahora el mejor momento para las plantas.
- No se sabe qué está pasando este año que ni ha llovido en invierno ni hace tampoco buen tiempo en lo que llevamos de primavera.
- Eso es cierto aunque según las últimas noticias en los próximos días todo va a cambiar y será para mucho tiempo.


10 de marzo: Algunas aves en los jardines de los cármenes

Tienen libertad y viven con mucha comodidad. Y, para algunas de ellas, casi no hay diferencia entre el invierno, la primavera o el verano. Ni tampoco del día con la noche. Porque cantan por la mañana, al mediodía, por la tarde y, muchas veces, también cantan a media noche. Ejemplos claros de esto que digo son los mirlos. Hay muchos entre la vegetación en los jardines de los cármenes del Albaicín. Y viven, como ya he dicho, en una libertad y comodidad que ya quisiéramos muchos.

Aquella tarde, mientras ya dentro del patio esperábamos a la madre, hasta nosotros empezó a llegar el canto de uno de estos mirlos. Se le oía por el lado de la izquierda, donde hay un gran ciprés, varios caquis casi centenarios, granados y una espesa hiedra. Y estaba de nosotros a solo unos metros. La niña y yo estamos muy acostumbrados a oír los cantos de estas aves. En el Cortijo de la Viña, edén fabuloso al norte de Granada, hay muchos mirlos. Se les ve a todas horas por entre las ramas de las viejas nogueras, los álamos gigantes, los naranjos, almendros, membrillos y por entre los robles de la ladera del río. Y el canto de estos mirlos resuena casi en todas las horas del día y por todos los rincones de los paisajes del edén en el Cortijo de la Viña.

Aquella tarde, esperábamos a la madre ya entre las plantas del Carmen de los Escudos, cuando al oír el canto del mirlo me dijo la niña:
- Hazle una foto y la recogemos en nuestro cuaderno de la primavera en Granada. Para que también sepa ella que son importantes y tienen su belleza las pequeñas aves entre los jardines de los cármenes en esta ciudad.
Y le hice caso. Porque estaba y estoy de acuerdo que son hermosos los mirlos por estos rincones siempre cantando. Se han adaptado ellos tan bien y viven tan en libertad o comodidad que ya son parte esencial de los jardines en este barrio.


11 de abril: Lluvias de primavera
Hoy amanece con muchas nubes. Con fuerza ha soplado el viento a lo largo de toda la noche, lo mismo que a lo largo de todo el día de ayer. El viento, las nubes y algo de lluvia han sido los protagonistas de los últimos cuatro o cinco días. Algo que se ha presentado de pronto y ha trastornado el tranquilo ritmo y buen clima que iba llevando de la mano a la primavera de este año. Pero han sido buenas las lluvias aunque escasas. Por eso hoy, todo el Albaicín, las plantas en los cármenes y jardines y Granada entera, tienen como una cara nueva. Recién lavada al poco de llegar el día y, además, con algunas nieblas sobre las cumbres de Sierra Nevada y por las montañas del Cortijo de la Viña.

En el Cortijo de la Viña, esta mañana, la niña comentaba conmigo algunas de las cosas en los cuadernos del Anciano mientras, allá a lo lejos, las nieblas se veían subiendo por las laderas. Me decía:
- Las personas que algún día lean los escritos que nuestro amigo el Anciano ha dejado en las páginas de sus cuadernos, se darán cuenta de una cosa importante.
Le he preguntado:
- ¿De qué cosa deberán darse cuenta?
- Que este Cortijo de la Viña, el barrio del Albaicín, los cármenes y Granada entera, nunca podrán ser cosas distintas. Quién no sepa y conozca algo de este cortijo nuestro, sus montañas, valles y ríos, no podrá nunca saber lo que es Granada en su totalidad.

Guardó unos minutos de silencio y yo aproveché para seguir anotando lo de hace unas tardes en el Carmen de los Escudos. A los tres minutos de entrar nosotros salió la madre. Joven ella, guapa, muy amable y nos saludó con una educación exquisita. Le correspondimos y enseguida le dijo la niña:
- Al pasar por la calle hemos visto las plantas rebosando por encima de las paredes de tu casa. Nos ha gustado y por eso hemos llamado. ¿Nos enseñas tu jardín y nos lo explicas algo?
- Os lo enseño con gusto. Pasad y mientras lo recorremos los veis despacio.
Y lentamente la madre nos fue llevando por cada uno de los rincones de su jardín.

Hacia el fondo primero. Y enseguida vimos que su jardín es rectangular. Con muchos arriates llenos de lirios, peonías, tulipanes, rosales, lilas, glicinias, almendros, naranjos y granados. Todos los pasillos empedrados y en el centro la piscina. En el lado que da para el río Darro, crecen un par de cipreses y dos gruesos caquis. Uno de ellos se ha secado. Al verlo preguntó la niña:
- ¿Es tan viejo que ya no puede vivir más?- Quizá pero fue el otro año, cuando vinieron aquellos fríos tan grandes. ¿Lo recordáis? Nosotros lo hemos sentido mucho porque es un árbol hermoso. Sus años infunden tanto respeto que hasta me da pena cortarlo. Aunque esté seco y ya no dé ni hojas ni frutos, queremos conservarlo. Que se pudra aquí lentamente con la misma dignidad que tenía cuando estaba verde.
Ya en el centro del espacio que ocupa el jardín de su carmen, nos paramos. Ella nos lo pide. Y nos dice:
- Mirad para ese lado.
Y nos indica para el lado que da a la Alhambra y a Sierra Nevada. Las blancas cumbres se ven allá a lo lejos, todavía con mucha nieve y por eso reluciendo cual purísima sábana que cayera desde el cielo. La Alhambra no se ve desde donde estamos parados. Nos la tapa el edificio que ella quiere que miremos y los árboles. Nos dice de nuevo:
- El edificio y lo que veis al otro lado ya no pertenece a mi carmen sino al de los Monfies.

El Carmene de los Monfies nos queda un poco al poniente y para el lado de Sierra Nevada. No podemos verlo claramente pero sí distinguimos los árboles y otras muchas plantas que sobresalen por entre las casas y las tapias. Y en el rincón que ella quiere que veamos hay una vieja construcción. En forma de torre con ventanas y balcones, por completo toda cubierta de hiedra desde arriba abajo. Pero más cerca de nosotros y en el terreno del carmen que pisamos, crece un caqui. Es compañero del que se ha secado pero mucho más esbelto, viejo y recio. Lo corona una inmensa copa casi redonda y el tronco lo tiene pelado y lleno de heridas. Pregunta la niña:
- ¿Cuántos años tiene?
- Yo creo que pasa de cien y por eso lo valoramos tanto. Tengo miedo que cualquier día se nos seca y sería una pena.
- Comprendo que te preocupe.
- Sería una pérdida muy valiosas. Y más por lo que ya hemos dicho: un árbol, en cuanto pasa de veinte años, yo creo que debe ser algo sagrado. Merece el mismo respeto que una persona. Y un árbol como éste que vemos es un verdadero tesoro.

Y, al oírle esto, pensamos nosotros en nuestro Cortijo de la Viña y en el Anciano. Tierras donde hay nogueras y robles con más de doscientos años. Y donde los manantiales son de aguas tan puras que da miedo tocarlas.
Le dice la niña:
- Aunque no nos conocemos porque es la primera vez que nos vemos ya ahora mismo te invito para que un día vayas a nuestro Cortijo de la Viña.
Y preguntó ella:
- ¿Es un carmen en este barrio del Albaicín?
- Sí y no. Pero es como este barrio del Albaicín en algunas cosas. Porque pertenece a Granada, tiene mucha hierba y bosques, abundantes aguas claras, sol, flores y mariposas en verano, otoño y primavera. Llueve y hace frío y nieva cuando llega el invierno. Y por allí hay tantas clases de árboles y abundan tantos las aves silvestres que es todo un mundo lleno de vida y belleza. Y, además de esto, en nuestro Cortijo de la Viña hay algo que no existe en ningún otro lugar de la tierra.
Se produjo un momento de silencio y, mirándonos fija, preguntó ella:
- ¿Qué es ese algo que proclamas con tanto entusiasmos?

Mientras la niña le ha ido contando estas cosas nos hemos movido despacio por todos los pasillos y rincones del jardín de su carmen. Nos ha enseñado las plantas de lilas cuajadas de flores moradas y blancas, algunos rosales todavía con pocas rosas, las matas de bogambillas, los gladiolos y los narcisos y los mil ramos de glicinias colgando de las ramas de los árboles. Y hemos ido descubriendo que el jardín de su carmen es fantástico. Grande, muy cuidado, repleto de árboles y plantas pequeñas así como macetas y arriates. Tienen mucha luz y mira para el lado de Sierra Nevada y la colina de la Alhambra aunque no se ve desde este lugar. Y algo asombroso: entre los muchos árboles que crecen en este jardín cerrado y bien cuidado, vive un almez. Un fantástico ejemplar que, por su altura y vejez, se parece mucho al que hay justo al lado de la Puerta de las Pesas. Nos dice ella:
- Eso si es una pena. Las vistas desde mi carmen son escasas. Su situación no es tan buena como la de otros muchos cármenes pero aun así yo tampoco lo cambio por nada.
Su carmen corona el cerro de S. Miguel Bajo y, las mejores vistas se observan en todos aquellos cármenes que se extienden por la ladera, alzados sobre el río Darro frente a la Alhambra. Por ejemplo: el Carme de los Cipreses, el de la Virgen de las Angustias, el de San Agustín…

Cuando ya nos estamos despidiendo y le damos las gracias por habernos acogido con tanta confianza y cariño, pregunta ella de nuevo:
- ¿Qué es lo fantástico en tu Cortijo de la Viña?
Y convencida hasta los tétanos y llena de solemnidad le dice la niña:
- En el edén del Cortijo de la Viña lo fantástico es el agua. Hay tanta y toda tan pura que sentarse al borde de uno de aquellos arroyuelos o ríos, vale por una vida entera. Por eso te repito, cuando tú quieras ve a mi cortijo. Debes conocerlo para que compruebes que no te miento.
- Pues iré un día cuando ya la primavera esté algo más avanzada.
Unos minutos más tarde ya nos despedimos. Pero todavía antes de hacerlo aun nos dijo:
- Si queréis ver mi casa por dentro os la enseño con mucho gusto. Ya que estáis aquí y he descubierto que sois personas de paz y amante de lo bello, quiero que sepáis que mi casa tiene para vosotros las puertas abiertas de par en par.
Le damos las gracias y nos despedimos, diciéndole que volveremos.

Y, cuando ya caminamos por la calle, la niña me dice:
- ¡Qué mujer más buena! Todas las personas que viven y tienen cármenes en este barrio del Albaicín ¿son como ella?
- Conozco yo poco a las personas que tienen cármenes en este barrio del Albaicín. Pero seguro que las personas que viven por aquí serán como en cualquier otra parte del mundo: algunos, quizá muchos, tendrán buen corazón y serán educados y bondadosos. Y otros, puede que sean todo lo opuesto.
- Como la vida misma.
- Así es, como la vida misma.

Y los dos guardamos silencio. A nuestras mentes, acuden en esto momento, los recuerdos de hace unos meses. Nos acordamos de ti y de otras personas que, aunque no son amigas tuyas, tienen cosas en común contigo. Y la niña y yo sentimos cierta tristeza. Los recuerdos que acuden a nuestras mentes no están llenos de gozo sino de lo contrario. Pero al menos yo no tengo ningún deseo de hablar de ello. Y me doy cuenta que ella tampoco. Sin embargo, mientras caminamos subiendo por la calle Tiña hacia Santa María la Real, me comenta de nuevamente:
- ¡Qué bonito hubiera sido compartir esta experiencia con ella! Con ella la especial y con las otras personas que también conocemos. Estoy seguro que les habría gustado mucho todo lo que por este barrio estamos descubriendo. ¡Qué bonito sería si pudiéramos compartirlo con todos ellos!
Y a mi mente, también en este momento, acude el Anciano. Me comenta ella, como si acabara de adivinar mi pensamiento:
- Pero el Anciano es punto y a parte. Él solo ha dejado, en esta tierra y en nuestros corazones, amor y belleza. ¡Qué hombre más bueno!

14 de abril: Rocío de primavera
Las lluvias que vinieron la semana pasa, ya se han ido. De nuevo el cielo, cada amanecer, ahora se presenta raso y por doquier parece ya explotar la primavera. Sin embargo, después de los días de lluvias, han bajado las temperaturas. Hace fresco ahora por las noches, por las mañanas y al mediodía. Por la tarde sí suben un poco las temperaturas. Sí, porque además de las temperaturas frescas al amanecer se ve mucho rocío sobre las flores y la hierba. Rocío que parece lluvia y por eso tiene un aspecto muy bonito trabado en los pétalos de los lirios, en los tallos de la hierba o en los capullos de las rosas. La primavera tiene todos estos matices y es casi lo mismo en los jardines de los cármenes del Albaicín como en las tierras del Cortijo de la Viña. La primavera en sí y la naturaleza y el mundo de las plantas y de los animales. Y, al ver algunos de estos matices, cuando la niña por la mañana se marcha a su colegio y camino por entre las nogueras, los naranjos y los lirios que por estos sitios crecen, siempre me dice:
- El rocío sobre las flores que por aquí ha traído la primavera, es tan delicado que no parece cosa de este mundo.
Y claro que tiene razón ella. Y más razón tiene en lo que también otras veces me comenta:
- Cada día comprendo un poco más por qué el Anciano era tan amanta de la hierba, de la lluvia y del rocío.
Y al oírle esto casi siempre le digo:
- El anciano no tuvo muchos amigos en este mundo. Ya sabes las veces que nos dijo que siempre había sido un incomprendido. Que solo nosotros lo tratábamos con el respeto y cariño que merecen las personas. Por eso era tan amigo nuestro, de la lluvia, la hierba y el rocío.
- Cada día lo voy comprendiendo algo más.

Al irse hoy la niña al colegio ha recorrido la misma senda que muchas veces recorría el Anciano. Y como los campos están llenos de lirios bañados en rocío, de una cosa y otra ella se ha contagiado. Y me ha dicho:
- Sigue ordenando las fotos y los apuntes que tomamos el otro día. Que nos salga cada día mejor lo que estamos contando de la primavera en Granada. Cuando luego vuelva de colegio me lo lees y lo dejamos bien puesto en el cuaderno. Es necesario que todo nos quede como el mejor homenaje a nuestro amigo el Anciano y a la amiga que tanto hemos querido. Y me he puesto a ordenar las cosas. Del barrio del Albaicín, sus cármenes y jardines y la primavera por estos sitios. Ya tenemos mucho recogido, mucho y todo bueno. Después de estos días de lluvia, la primavera tiene una cara nueva. Tanto que hasta parece otro todo este barrio y lo mismo lo jardines en los cármenes.
19 de abril: Por el Carmen de los Monfíes
La puerta del Carmen de los Escudos da a la calle Tiña. Y por esta calle, en cuanto se sube unos metros, se llega a la calle de Santa Isabel la Real. Calle por donde pasan los autobuses y por eso importante además de bonita. Ella recorre todo el Albaicín, por lo más alto del cerro, bajando desde el Mirador de San Nicolás, hasta el Mirador de la Lona, calle Alhacaba y Puerta Elvira.

Pues al llegar a esta calle principal, aquella tarde nosotros, nos vinimos para la izquierda, dirección a la plaza de San Miguel Bajo. Pero antes de llegar a esta plaza, también por el lado de la izquierda, nos encontramos con la calle Cauchiles. Por ella bajábamos cuando me preguntó la niña:
- ¿Habrá alguien esta tarde en Carmen de los Monfíes?
- Por llegar y llamar no perdemos nada. Pero me han dicho que aquí siempre vive alguien.
- Sería una gran suerte que nos atendieran y nos enseñaran este fantástico carmen.

Y ella pensaba correctamente. Porque el Carmen de los monfíes es un punto y a parte entre los demás cármenes del Albaicín. Los rosales y las glicinias sobresalen por encina de las tapias con una exuberancia que asombra. Y los cipreses que aquí crecen se ven desde muchos sitios de este barrio. Le dije a la niña:
- He preguntado a varias personas y todos me han dicho que este carmen es fantástico. Que tiene un jardín muy cuidado, grande y hermoso. Y también todos me dicen que ahora en primavera este jardín es digno de ver. Que merece la pena que nos lo enseñen y expliquen despacio y con todos los detalles.
- ¡Ojalá tengamos suerte! Y por cierto ¿sabes tú lo que significa la palabra “Monfíes?
- Sí, el significado de la palabra monfí -del árabe munfi- es el de desterrado o exiliado. El término tiene distinto significado según sea empleado por moriscos o por castellanos. Los Monfíes eran bandoleros que solían actuar en cuadrillas. Salteadores y criminales para los cristianos, vengadores e incluso héroes para los moriscos, su acción se encuadra en el auge del bandolerismo mediterráneo en el siglo XVI y en el particular de las condiciones granadinas, en la Alpujarra.

Y tuvimos suerte. Bajábamos ya por los primeros metros de la calle Cauchiles y al frente íbamos viendo la entrada al carmen. Una gran cancela de hierro incrustada en un frontal de tapia y ladrillos vistos. A la izquierda de esta puerta nos saludaba hermosa la vivienda del carmen. Construida en forma de torre cuadrada, rematada en tejado de tejas y ventanas todas de madera. Dos plantas emergían por entre los cipreses y como protegiendo al jardín que se extiende por abajo y recogido por las tapias que, por el exterior, van dándole forma a las calle
s.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Invierno-1

El invierno en Granada-2
Paisajes en el corazón, 2008
Índice

El invierno de Granada es diferente
27 de diciembre: con el invierno que llega, te abrazamos
28 de diciembre: el invierno por las calles de Granada

Desde la ladera de San Miguel Alto
29 de diciembre: ladera del Albaicín
30 de diciembre: desde la ladera, al norte
31 de diciembre: señales propias del invierno
1 de enero: fin de año, la fiesta de invierno
2 de enero: el invierno es algo más que frío
3 de enero: cuando cae la lluvia sobre Granada
4 de enero: Una visión distinta de Granada
5 de enero: lo que el invierno se lleva en sí callado
6 de enero: en la tarde, frente a Granada
7 de enero: los Reyes Magos, fiesta de invierno
8 de enero: se acaba la primera parte del invierno

Desde el Albaicín Alto
9 de enero: entrando al barrio del Albaicín
10 de enero: placeta Aljibe de la Vieja
11 de enero: plaza del Mentidero
12 de enero: los jóvenes del invierno
13 de enero: placeta de los Castillas
14 de enero: placeta del Conde
15 de enero: plaza de la Cruz de Piedra
16 de enero: flores de invierno
17 de enero: plaza de San Bartolomé
18 de enero: el rocío del invierno
18 de enero: el rocío del invierno
19 de enero: un pequeño libro inédito
20 de enero: placeta Carniceros
21 de enero: el Albaicín desde el alma, en invierno
22 de enero: universitarios en el invierno de Granada
23 de enero: plaza de Aliatar
24 de enero: plaza del Salvador
25 de enero: paisajes en el corazón
26 de enero: plaza Larga

1- Desde el Mirador de San Nicolás
2- Romería al Sacromonte, fiesta de invierno
3- Las flores de los almendros
4- Atardeceres en el invierno de Granada

15 de marzo: desde el Carmen Max Mureau
16 de marzo: desde la plaza de San Nicolás
17 de marzo: desde el Carmen de la Atarazana
18 de marzo: placeta de las minas
19 de marzo: desde la plaza de las Azucenas
20 de marzo: desde plaza de San Miguel Bajo
21 de marzo: desde el Mirador de la Lona


27 de dicimebre: con el invierno que llega, te abrazamos El invierno de Granada es diferente a cualquier otro sitio de España. Y por completo distinto al invierno de tus tierras, tu ciudad, tu casa. ¿Y sabes por qué? En Granada, tierra de sol y primaveras mágicas, hay unas cumbres muy altas que, en cuanto llega el invierno, se cubren de nieve. Sí, me refiero a Sierra Nevada. En ningún otro lugar del mundo se ven montañas como éstas, tan próximas a la ciudad, tan cerca del mar y tan blancas, nada más llegar el invierno. Por esto te decía y repito que, en ninguna otra ciudad el mundo, hay un invierno como el de Granada.

Ayer, por ejemplo, todo el día estuvo nublado y, por la ciudad y la vega, llovió algo. No mucho pero se volvió a mojar la tierra y se lavaron un poco las hojas de los naranjos. Y, en Sierra Nevada, nevó mucho. Al caer la tarde, desde el Cortijo de la Viña y desde la ciudad, se veían las cumbres blancas, blancas. Por eso la niña me decía:
- Ahora es el invierno lo que tenemos que contarle a ella. Los fríos y los hielos y las nieves blancas para que también lo sepa. Es la manera más hermosa de mantenerla viva entre nosotros. La quiero tanto que me resisto que un día muera.

Sus palabras y tu recuerdo también a mí me gritan en el alma. Así que, esta mañana mismo, ya empiezo a contarte cosas del invierno por estas tierras. Y empiezo por lo característico del invierno en Granada: las cumbres, hoy muy blancas, de Sierra Nevada. El invierno por aquí es distinto, muy distinto. Vamos a contártelo.

Se ha marchado el otoño
pero no nos vamos
nosotros.
Queremos quedarnos
con el invierno
que está llegando.
Y hoy hace frío
azul y blanco,
con el invierno que llega
te abrazamos
y, en el calor del corazón,
te acurrucamos.

28 de diciembre: el invierno por las calles de Granada El invierno, por las calles de Granada, también tiene una característica muy especial. Único en el mundo como las nieves de Sierra Nevada. ¿Sabes por qué? Si en algún lugar del planeta, el invierno es nostalgia, por las calles de Granada, es la nostalgia con nombre propio. Nostalgia, ausencia, pérdida… No se entiende el invierno en esta ciudad sin conocer a fondo la realidad que estoy diciendo. Porque Granada, además de bella en sí por sus colores y rincones, por todos los poros destila ausencia.

Con la niña lo comentaba yo ayer por la tarde y me decía:
- Yo quisiera que, el invierno que vamos a contarle a ella, fuera muy sencillo pero al mismo tiempo todo bello. Que le llegue al corazón, que lo haga suyo, que después de leerlo, se queda con ganas de venirse a vivir para siempre aquí.
Y, pensando en esto, medité un rato y luego le dije:
- Sí, estoy de acuerdo. ¿Porque sabes? Yo creo que en la vida sino se recogen los sueños, las emociones, los recuerdos, es como si la vida misma quedara para siempre vacía, sin sentido. Como si nada de lo vivido tuviera valor si no se dejara para siempre escrito.
De nuevo me dijo ella que estaba de acuerdo y luego seguimos buscando la manera de contarte con claridad lo que pretendemos.

¿Y sabes? Por las calles de Granada se ve mucha gente en estos días. Turistas que van y vienen y suben y bajan, haciendo fotos y comentando sus cosas. Hay muchas sombras frías y el hielo se acumula en los jardines. Pero tú sigues faltando por todos lados. En cada rincón, en cada plaza, en cada fachada de casa. En cada puerta palpita tu ausencia y por eso, aunque todo es serenidad y un remanso de belleza, parece como si no tuviera valor ninguno. Ni el tiempo ni el invierno que empieza a caminar despacio. Sin embargo, tanto la niña y yo y todos los del Cortijo de la Viña, sabemos que merece la pena vivir la vida y recogerla al modo en que pretendemos. Pensarte, por estas calles de Granada y rezar al cielo desde la nostalgia, en las frías tardes del invierno, es transformar la vida en eternidad.

Recoger la vida
en versos pequeños,
con sencillas palabras
blancas en deseos,
es el más valioso
de todos los sueños.
Todas las vivencias
al fin son recuerdos,
nostalgia en las tardes
del invierno.
Desde las laderas de San Miguel Alto

29 de diciembre: ladera del AlbaicínHemos decidido contarte el invierno de Granada, empezando por el barrio del Albaicín. El lugar más visitado y famoso de esta ciudad. También tú lo visitaste pero a tu modo y ni siquiera llegaste a descubrir su identidad, según la época del año. Algo que muy interesante que, aunque no lo parezca, tiene gran importancia. No es lo mismo el Albaicín en primavera o verano que en otoño o invierno. Ni mucho menos.

Esta noche pasada, por ejemplo, toda ella rasa, con muchas estrellas en el cielo, intenso frío y blanca sobre las cumbres de Sierra Nevada, ha sido especial por completo. Ayer por la tarde y, según ya había hablado con la niña, yo salí del Cortijo de la Viña y me vine para este sitio de Granada. Para el barrio del Albaicín pero por las laderas de San Miguel Alto. Por donde hay algunas cuevas habitadas y unas largas escaleras que construyeron no hace mucho. Son para que las personas que viven en estas cuevas puedan subir o bajar con un poco más de comodidad. No estaban en la época que tú estuviste en Granada.

Por eso, ayer por la tarde, fue para mí una novedad ver estas escaleras. También me resultó interesante encontrarme con los olivos que clavan sus raíces en estas laderas de Granada. Son viejos, con sus troncos muy añosos, no muchas ramas y curvados para el sol de la mañana. ¿Sabes? De estos solitarios olivos y de la ladera en sí y de la ermita que corona, tengo mucho que contarte. Es un paisaje insólito en el conjunto de los paisajes de Granada. Por su altura, corona a todo el barrio del Albaicín, por su aridez y tristeza, por su frío en invierno y sol en verano y por lo que atesora, teniendo como tiene aspecto de pobreza. Es un rincón todo pérdida y, por eso, nada más pisarlo, hiere en el alma. Te iré contando.

Sin embargo la mañana
se presenta fría,
azul y blanca,
con la hierba en la ladera
llena de escarcha
y con el aire atravesado
por fría espada.
Sin nubes ninguna,
recogida en sí, Granada,
contra un invierno seco
que avanza.
Hace frío, mucho frío
en la mañana,
tanto que el aire
hiela el alma.

30 de diciembre: desde la ladera, al norte Granada
Pasado mañana por la noche ya es fin de año. Una fiesta exclusivamente de invierno. Y no solo aquí en Granada si no en muchas partes del mundo. También en tu país. Pero en Granada, la noche de fin de año, tiene un sabor a profundo invierno. Y este año, en la plaza del Ayuntamiento, hay un gran espectáculo de luz y sonido. No disfrutaste tú esta fiesta el año pasado. Porque te fuiste con los tuyos, a tu país blanco, a pesar de que estas en España para conocer la cultura nuestra.

Hoy de nuevo amanece sin ningún rastro de nube en el cielo. Muy azul todo y frío en el ambiente. Y, sobre la ladera del barrio del Albaicín, con millones de relucientes cristales de escarcha en los tallos de la hierba. Pero, aun así, el invierno por aquí se mezcla con el otoño y parte de la primavera. Algo muy hermoso. ¿Que te muestre alguna señal porque quieres verlo? Ayer mismo por la tarde, hice una foto. A las hojas secas del pequeño olmo que crece en esta ladera. Hojas que se derraman por el suelo, entrelazadas con los tallos de la hierba y como dándole calor a las pequeñas florecillas que ya han brotado. Las hojas del olmo todavía tienen color de otoño y por eso son bellas. La hierba destella verde de invierno y las florecillas reflejan sonrisas de primavera. Tres pinceladas muy reales de las tres estaciones del año fundidas en un punto exacto. ¿A que es curioso y a la vez bello?

Y ya sabes lo que pienso: que en las pequeñas cosas, las que pasan inadvertidas a los ojos de la mayoría de las personas, es donde casi siempre hay mayor belleza. Mucho más que en una gran fiesta de fin de año, con bebida, música, luces y colores. Y te lo digo porque en esta ladera del Cerro de San Miguel Alto, balcón privilegiado del invierno sobre Granada, ocurren estas maravillas. Por las noches hace mucho frío, de día el sol calienta y, aunque no llueve y el otoño hace poco que se ha ido, ya brota lentamente la primavera. Un milagro de la naturaleza en el invierno de Granada que pasa inadvertido para muchas personas a pesar de su exquisita belleza. Te regalo una foto para que lo veas.

Al llegar el día
Granada se despierta
como del frío invierno
sobre la vega.
Es una fantasía
verla
y ver la luz del sol
jugar con ella.
Desde la ladera al norte
el invierno es primavera,
otoño ocre y azul
y silenciosa espera.
En el aire siempre se palpa
tu ausencia.

31 de diciembre: señales propias del invierno
Treinta y uno de diciembre. Último día del año y, por eso, con un frío de hielo. Un frío grato aunque sea frío porque, el invierno, todo en sí, es bello, muy bello. Y lo es más saboreado desde los especiales rincones de Granada. Y, desde la ladera de las cuevas, la del Cerro de San Miguel Alto, frente al sol de la tarde, sí que tiene una característica especial. Por las vistas que desde aquí se ven sobre toda la ciudad y Sierra Nevada, por el frío que por las noches hace, por el sol, la luz, el verde de la hierba, los mirlos y algunos frutos de invierno.

Sí, porque quiero decirte que si el otoño se caracteriza por la abundancia y variedad de frutos, el invierno también tiene sus detalles. Y uno muy concreto son las aves que se ven por esta época del año. En Granada ciudad, jardines y plazas y en los bosques de los alrededores. ¿Sabes? Los mirlos se ven por muchos sitios, cualquier día del año pero en invierno, a veces cantan con matices diferentes. Y, en esta ladera, alzada sobre el barrio del Albaicín, hay algunos que revolotean al caer las tardes y por las mañanas a primera hora. Se les ve por entre las chumberas, los olivos, los jardines de las casas y otros árboles. Y la naturaleza, casi al margen de las personas, los cuida. A veces tanto que hasta diría que los mima.

Entre las plantas, muchas y variadas, que crecen en los jardines, patios y huertos de Granada, hay algunas muy propias del invierno. Es el caso de un arbusto que se llena de semillas rojas justo en estos días. Semillas pequeñas, como garbanzos pero rojas, que cuelgan en ramilletes preciosos. Y maduran justo ahora, en invierno, para que de ellas puedan alimentarse los mirlos. Se le conoce con el nombre de Pyracantha coccinea, espino de fuego. El nombre deriva de los vocablos "pyr" fuego y "acantha", espina, recordando el color rojizo de sus espinas.

¿Ves tú qué sabia es la naturaleza y cómo se encarga de mantener la vida y todo cuanto le rodea? Mientras nosotros nos dedicamos a despedir el año viejo y a recibir el nuevo, con música, luces y algarabía, el invierno regala frío, hierba, florecillas y delicados frutos para que coman los mirlos, las aves del campo. Cosas que muchas personas saben y otras tantas ni siquiera lo advierten. Por eso yo te lo cuento y te regalo una foto para que lo veas.

¿Qué cuánto quedará
de todo aquello
que a lo largo de la vida
vamos viviendo?
Casi nada.

Lo mismo que el invierno
llega y pasa,
pasan nuestros sueños
y mueren en la mañana.
Solo queda eterno
aquello que, del alma,
ha sido su alimento.

1 de enero: fin de año, la fiesta de invierno ¿A que no sabes tú mucho de la ermita vieja? Justo en lo más alto del cerro se levanta. Un pequeño edificio antiguo que se le conoce con el nombre de San Miguel Alto. Porque ciertamente se encuentra en lo más elevado del barrio del Albaicín y de toda Granada. En la colina que hay frente a la Alhambra. Y por eso, en la parte del sol de la tarde, tiene un mirador que casi siempre está lleno de gente. Extranjeros, muchos, hippies y turistas variados. Y, justo desde este mirador, anoche se veían los fuegos artificiales de la fiesta de fin de año, a lo largo y ancho de la ciudad de Granada. Una noche mágica, llena de invierno profundo, con muchas estrellas en el cielo, un frío que pelaba y gran abundancia de explosiones de cohetes.

Pero la noche de fin de año yo la estuve observando desde abajo. No por el centro de la ciudad, donde las personas se amontonaban por las calles y plazas y bebían y daban voces, sino desde la puerta de la cueva del naranjo enano. ¿Te acuerdas? Tú la conoces. Porque justo unos metros por debajo del mirador de la ermita vieja, hay unas cuevas. Las más importantes de toda esta ladera de San Miguel Alto. Y, en una de estas cuevas, vive Aurora con su marido y dos niñas. Español es él y ella alemana y por eso su cueva, su preciosa vivienda escavada en la tierra, parece un palacio. Desde la puerta se ve estupendamente toda la ciudad de Granada, la vega, la Alhambra, el barrio del Albaicín, la ladera y la ermita. Y como ahora no llueve, aunque sea invierno y haga frío, desde que sale el sol hasta que se pone, da siempre de frente. A todas las horas del día el sol se derraman por la puerta de la cueva de Aurora. Por eso a ella le gusta tanto.

Pues anoche, mientras cientos de turistas, extranjeros y estudiantes universitarios, despedían el año desde la plaza del Ayuntamiento, yo lo hacía desde la puerta de la cueva del naranjo enano. Algo original y muy bello porque es una gran seña de identidad de esta ciudad y tienen mucho de invierno. Donde más concentración hay de invierno, entre todos los rincones de Granada. Por eso el frío era intenso aunque el aire no se movía y las estrellas brillaban con un resplandor de perlas. Granada no es el tópico de una ciudad más en la noche de año viejo ni el invierno por aquí es solo frío y árboles desnudos de hojas.

Y sin embargo amanece
como un día cualquiera,
sin nubes en el cielo,
escarcha en la hierba
y quieto el viento.

Fue anoche la fiesta
de año nuevo,
pero hoy el día llega
con cara de invierno,
como si todo ya fuera
viejo, muy viejo.

2 de enero: el invierno es algo más que frío Cuando llega el invierno, en Granada, ocurren dos cosas muy características. Por un lado, en la ciudad, se celebran fiestas propias de estas fechas. Al comienzo del año, casi todos los días. Por eso, el día uno es fiesta y hoy, dos de enero, también es fiesta. Se celebra el aniversario de la de la toma de Granada por los Reyes Cristianos. Una conmemoración importante que sabe a invierno, a historia y a tiempos lejanos. Por eso digo que, Granada entera, tiene acontecimientos especiales al comienzo del año y del invierno. ¿Lo sabías?

¿Y sabías tú qué otra realidad, con acento de invierno, ocurre en Granada en cuanto llega este tiempo? Sí, en Granada capital, jardines, riveras de los ríos, plazas y también en los bosques que rodean. Quizá parezca poca cosa pero es un gran acontecimiento, lleno de colores y de vida. Porque, al llegar el invierno, todos los años aparece por aquí un pajarillo pequeño. El que se le conoce con el nombre de “Petirrojo”, Erithacus rubecula, porque todo su pecho lo cubre con plumas de este color. Los machos cantan desde mediados de enero hasta mediados de junio, sobre todo en los albores del día, abriendo el concierto matutino acompañados del colirrojo tizón y del mirlo común. También cantan al atardecer hasta bien avanzado el crepúsculo. Su canto es un gorjeo variado y pausado, quizás uno de los más bellos emitidos por un pájaro, un sonoro "tic-tic-tic" que emite a intervalos cortos.

Este pajarillo siempre llega a Granada y a otros lugares de España, con los primeros fríos. Se instala, de noche o en la mañana, entre la espesura de jardines y plazas y en los bosques cercanos y por aquí vive a sus anchas. Ajeno él, en todo momento, a las personas que por su lado pasan, indiferente a las fiestas de fin de año y año nuevo y ajeno a todas las celebraciones de los humanos. Y es así tan cierto que muy pocas personas, de los cientos que vivimos por aquí, nos damos cuenta de este acontecimiento. Y menos aun lo interpretamos como algo muy especial que ocurre, en invierno, en Granada.

¿Y sabes? Por entre las ramas del naranjo enano que hay en la puerta de la cueva de San Nicolás Alto, viven algunos de estos pajarillos. Por entre el naranjo, por entre las chumberas, los espinos de fuego, las higueras de los patios y los cipreses y rosales de las casas del Albaicín. Y no te cuento los que viven por los paisajes del Cortijo de la Viña y riveras de los ríos de Granada. Es tan delicado, tan bonito y de tan bellos colores este pajarillo, que faltaría algo muy importante del invierno y de toda Granada, sino estuviera por aquí. No sé si tú estás de acuerdo pero yo me siento en la necesidad de contártelo.

Hoy ya el día llega
con nubes y frío
cubriendo la tierra
y con nieve en las cumbres
que hermosas blanquean.
Es invierno sincero
que acaricia y besa
en lo hondo del alma,
donde vive tu ausencia.
Lo justo y necesario
para coger la senda
y marcharse despacio
a las estrellas.

3 de enero: cuando cae la lluvia sobre Granada Hoy, además de nubes espesas y todo el suelo mojado, amanece con viento. Fuerte viento en toda Granada, Andalucía y España. Un día, todo en sí, macizo de invierno. Y llueve a ratos, con chaparrones recios y hace frío. Y de esto sí que tengo certeza: en todo el tiempo que estuviste por aquí, no viste un día tan auténtico de invierno como el de hoy. Por eso y otras cosas te marchaste para siempre de aquí y no llegué a saber si a ti te gusta el invierno. Tampoco sé si te gusta la lluvia, el frío, la tierra húmeda…

Pero por mi parte sí te puedo decir que los rincones de Granada, mojados por la lluvia y envueltos por la niebla, son bellos como pocas cosas en este mundo. Tanto que yo creo que si faltara el invierno, Granada sería otra cosa. Porque vista desde la parta alta del Albaicín, ladera de San Miguel, cuando ayer caía la lluvia y luego salieron las nieblas, Granada era preciosa. La Alhambra no parecía la misma ni las laderas de bosque que desde la colina caen ni los barrancos del río Darro ni el Sacromonte ni las cumbres de Sierra Nevada. Y el barrio en sí, el Albaicín, todavía resultaba más misterioso y bello. Y, al caer la tarde, mucho más.

Desde la ladera de las cuevas, sobre la vega y a lo lejos, se vía Granada como envuelta en azul y bañada de cristal. Sobre ella llovía y las nieblas la arropaban. Luego salió el sol y la lluvia relucía como perlas recién pulidas. Por la ladera me fui, gozando del espectáculo y vi como la lluvia también chorreaba por la hierba, las pitas y los naranjos. ¿Que cómo estaban en ese momento las calles de Granada? Preciosas. Solitarias muchas de ellas y chorreando y oliendo a musgo. Por eso te recordé mucho y, a cada instante, me decía que era una pena que no estuvieras. Porque una tarde tan especial, de lluvia, viento, niebla y sol, era como todo necesitara de ti. Y a ti, yo sé que hubiera gustado y mucho. Pero faltabas y, por eso, el gozo de la lluvia y del hermoso día de invierno, no era completo.

La lluvia blanca
que sobre la hierba
y sobre Granada,
ayer cayó,
sin querer lavaba
al corazón.
Sólo tú faltabas
por entre la niebla
y la luz del sol.
La lluvia clara,
pequeña oración
que consolaba,
en la tarde de invierno,
azul y plata.


4 de enero: Una visión distinta de Granada ¿Conocer Granada desde otra perspectiva? No es tan sencillo ni se consigue en tres visitas. Porque, la otra Granada, la que se les escapa a los turistas y poco de ella ofrecen los libros guías, hay que buscarla desde una actitud nueva, sin prisas. Desde los ojos del corazón, del alma y bajo el sentimiento de la pérdida, la soledad, la nostalgia…Y te lo digo porque ayer, entre lluvias, ratos de sol y nieblas, sí creo que vi yo una Granada distinta. Desde las mimas laderas del barrio del Albaicín, Cerro de San Miguel Alto.

Al caer la tarde, seguía lloviendo, con algo de viento y mucho frío. Nevaba, en ese momento, sobre las cumbres de Sierra Nevada. Desde las cuevas del naranjo enano me viene para el lado de la muralla vieja. Para el lado del Sacromonte. Llovía y a ratos era tanto y con tanta fuerza que asustaba. Pero resultaba muy emocionante. Todo el paisaje en sí y el momento, transmitía tanta belleza, que también daba miedo, pero en sentido contrario. Como si el espíritu mismo se asfixiara en una dicha inmensa.

Por eso me paré, antes de llegar a la muralla y me puse a mirar despacio a la colina de enfrente. A la Alhambra en sí, sobre esta colina, y a las laderas que caen para el río Darro. ¿Y sabes? No me sorprendió lo que mis ojos vieron porque es algo que lo llevo grabado en mi interior pero sí me llenó de asombro el fantástico cuadro. La lluvia caía recia, como te he dicho, y velaba a los paisajes y la niebla subía desde el barranco del río y parecía llevarse con ella, al cielo, a las estrellas, a Granada entera. Y a la Alambra, sobre su gran colina, siempre en lo más alto, coronando. Me acordé de ti y me puse triste. De nuevo me sentí desgraciado porque, una vez más, no estabas para gozar de esta vivencia, tú que tan amante eres de todo lo hermoso, sincero y blanco.

¿Qué te cuente
lo que mis ojos vieron
ayer cuando llovía
dulce y recio?
No podría.

Lo mismo que los sueños
parecen fantasías
y son chorros sinceros
de vida,
así fue aquello.
Semejante a las cosquillas
de un blanco beso.

5 de enero: lo que el invierno se lleva, en sí callado
Y, sin embargo, ayer ya no llovió. Al caer la tarde, desde la ladera del Albaicín, se veía el cielo azul. Con solo algunas nubes sueltas que cubrían sobre la vega de Granada, a lo lejos. Y eso sí, con mucho frío. También allá, a lo lejos, muy blancas se veían las cumbres de Sierra Nevada. Como ya te dije, cayó una gran nevada. La más grande del año. Y, tan hermosa era contemplarla desde este lugar de Granada, que entraban y entran ganas de salir volando y disfrutarla. La fantasía, los colores, el frío y los azules de los cielos en las tardes de invierno en Granada.

Por eso, en esta ladera alta, ayer por la tarde, el frío casi asustaba. ¿Y sabes por qué? En muchas de las cuevas que hay por aquí, se han refugiado grupos de jóvenes. Precisamente huyendo del frío y buscando un poco del calor que el sol por el lugar derrama. Son hippies, algunos de estos jóvenes pero otros simplemente aventureros sueltos que van y vienen y paran cuatro días en los sitos y no tienen casa. Pero con el frío que ahora el invierno anda repartiendo buscan refugio ellos y por aquí se han instalado. Sin agua y sin luz en las cuevas que han ocupado, algunas limpias y bastante acondicionadas pero otras, no tanto. Porque las cuevas de esta ladera alzada sobre el barrio, ya te lo dije, tienen su encanto pero hasta cierto punto. El lugar en sí, es lo atractivo y por eso ellos lo buscan.

¿Sabes? Aunque no lo parezca y yo no muestre mucho interés en hablar de ello, también es esto parte del invierno en Granada. Porque son sus paisajes y es la gente que los llenan y también hay turistas por aquí que van y vienen. Curioseando, algunos, intentando descubrir Granada a lo grande y a lo pequeño y hasta en lo más primario, y esto es bueno. La catedral en sí y los monumentos y museos, son importantes. Pero en cualquier ciudad del mundo siempre hay una realidad distinta que es bueno conocerla. Es necesario. Y el invierno tiene, además de lluvias, nieve y nubes negras que se funden con el azul del cielo, estas cuevas que te estoy contando y los jóvenes acurrucados en ellas.

El día de hoy
otra vez llega
emborrascado,
gris nieve sobre la vega
y tiritando
entre la hierba.

Invierno claro
que yo quisiera
coger entre las manos
y que dijera,
de ti, algo.
¡Es tanto lo que se lleva
en sí callado!

6 de enero: en la tarde, frente a Granada
¿Que si se alimenta de algo, los jóvenes que viven, por estos días en las cuevas de esta ladera? De algo sí. Pero yo creo que su alimento, al menos uno muy bueno, no es el mismo que el nuestro. Por aquí, como te digo, ni siquiera hay tiendas ni bares ni sitios donde comprar recuerdos. Solo hierba, aire frío que viene desde Sierra Nevada, algunas escaleras y muchas sendas de tierra. Y también sol y una vista espléndida sobre la Alhambra, Granada, Vega… ¿Es este el alimento de ellos, a parte del rincón en las pequeñas cuevas, sin calefacción ni luz ni agua?

Voy a contártelo brevemente: hoy se presenta el día de nuevo sin nubes. Ya no llueve, han subido las temperaturas y, aunque la nieve en las altas cumbres blanquea extensa, otra vez no parece invierno. Pero lo es. Como también ayer por la tarde. Vine yo dando un paseo por una de las veredas que, de cueva en cueva, surca esta ladera y, al pasar, los iba saludando a ellos. Muchos miraban al sol y otros simplemente estaban sentados y observaban desde este gran mirador. ¿Y sabes? de pronto, junto a las escaleras que por aquí construyeron este verano, vi una pequeña flor. Blanca casi toda, porque tiene unas pequeñas franjas en color marrón, que se acurrucaba al sol de la tarde y al airecillo que subía desde el río.

¿Que si me paré para verla mejor y sin prisa? Claro que lo hice y saqué fotos. Y, mientras me dedicaba a ello, me acordé de ti y y observé con más calma toda esta ladera. Y descubrí que era cierto: que los jóvenes que por aquí ocupan las cuevas, tienen un manjar que en casi nada se parece a lo que la mayoría comemos. La pequeña flor que tenía delante me lo estaba gritando. Y también la Alhambra sobre su colina y el Albaicín y Granada y la Vega y el sol de la tarde. Quizá ellos, aunque no lo parezca, miran las cosas desde el corazón, desde la nostalgia, desde una actitud diferente frente al mundo a la sociedad. Y por eso para ellos, el invierno de Granada y esta ladera llena de cuevas, es otra cosa. Algo que está más allá de lo que con los ojos de la cara vemos.

Una florecilla blanca
en la ladera
frente a Granada,
llena la tarde
de magia.

En el viento del invierno
tiene su cama
y, en el silencio que la besa
su alma.
Algo de ti me dice ella
Y, tú, callas.

7 de enero: los Reyes Magos, fiesta de invierno Otra de las fiestas de invierno que se celebran en Granada son los Reyes Magos. Aunque no es solo en esta ciudad si no en toda España y otras partes del mundo. Menos en tu país. Pero en granda, tiene un matiz especial. Y la cabalgata de los Reyes Magos fue en la tarde noche del día cinco. Justo una noche antes de que también en tu país, se celebre la fiesta de la Navidad. Es en la noche del día seis al siete.

También vosotros, en tu país, celebráis el día de los regalos. No de los Reyes Magos sino del Abuelo de Hielo y la Niña de Nieve. Bajo el árbol, dejan en tu país, estos dos personajes, los regalos y es justo el mismo día de año nuevo. El año pasado no pudiste estar en tu país para esta fiesta pero este año, sí. ¿Que te cuente cómo han sido las cosas por Granada?

En la noche del día cinco hubo un gran desfile de carrozas, a lo largo de toda la Gran Vía. Tiraron muchos cohetes, repartieron gran cantidad de caramelos, guirnaldas y música a todos los niños de Granada. Y, al caer la noche, los niños recibieron sus juguetes. Por eso ayer, ya día seis de enero, a muchos se les veía jugar por las calles y plazas. Con sus patines, sus coches eléctricos, su muñecas… a lo largo y ancha de toda Granada y también por el barrio del Albaicín. No así en las cuevas de la ladera, donde ayer el día trascurrió como otro cualquiera. De invierno crudo, a primeras horas de la mañana porque había mucha niebla y toda la hierba estaba bañada de rocío. Al amanecer, ahora todos los días, la hierba aparece empapada por completo en rocío.

Pero al mediodía, ayer igual que hoy, el sol lucía espléndido y el cielo brillaba con un azul intenso. Sobre las chumberas que cubren gran parte de la ladera al norte del Albaicín, la luz del sol restallaba. Como si fuera ya una hermosa tarde de primavera. Y por eso, las chumberas resaltaban con una fuerza especial. Tanto el azul del cielo como el verde de las hojas de las chumberas y el rojo de los frutos de estas plantas. Te muestro una foto para que lo veas.

Verde y rojo
sobre azul intenso
y la tarde quieta
en su silencio.
Como si esperara
que en cualquier momento
aparecieras
del mismo viento.
Lento, horas tras hora,
pasa el tiempo.
Los niños en su mundo
juegan sus juegos
y ni siquiera saben
que es invierno.

8 de enero: se acaba la primera parte del inviernoAquí en Granada y en España hoy se acaban las fiestas de invierno. En tu país, aun no. Terminan justo el día catorce de este mes. Pero en tu país estas fiestas difieren bastante a las de aquí, las nuestras, las de Granada. El día veinticuatro, justo en las Nochebuena, comenzaron las fiestas que te vengo narrando. Siguieron con la Navidad, fin de año y año nuevo. Luego el día de Reyes y por fin ayer la Epifanía. Por eso las fiestas nuestras todas están impregnadas de un fuerte matiz religioso. No es así en tu país.

Y hoy justo comienzan las clases en la universidad, los institutos y los colegios. ¿Recuerdas cuando el año pasado volviste de tu país para comenzar otra vez? También este año hay, de tu país, personas por aquí. Y, lo mismo que tú el curso pasado, se preparan para comenzar las clases. En un día de invierno típico. Porque, al amanecer, como desde hace unos días, la niebla cubre por completo y hace frío. Todo el campus universitario que conoces se ve como perdido entre la espesa niebla. Mejor dicho, no se ve sino que se adivina por el resplandor de las luces. Lo mismo pasa con la ciudad de Granada entera, el barrio del Albaicín y la ladera. Todo como si estuviera envuelto en una densa nube de incienso, con perfume a humedad y a puro invierno. Un espectáculo muy bello que no tiene comparación y solo se explica algo desde el corazón.

Por eso yo, ayer por la tarde, ya hice la última foto en la ladera del barrio viejo. Ya voy a despedir este rincón de Granada para venirme por las calles y plazas del Albaicín y seguí contándote cómo es el invierno por aquí. Y la última foto de la ladera de las cuevas, es también una pequeña flor y la hierba. Las pinceladas vivas y tupidas de colores que van superando el invierno y anunciando a la primavera. Porque todo esto es Granada, entre días de fiestas, nieve, nieblas y la crudeza del invierno.

Rocío en la hierba
al amanecer
de los días de niebla
que nos trae el invierno
por estas tierras.
Silencio trabado
en la densa espera,
cuatro florecillas
vestidas de seda
y la mañana hermosa
que llora y besa.

GRANADA EN INVIRNO DESDE EL ALBAICÍN

9 de enero: entrando al barrio del Albaicín Desde el barrio del Albaicín, por la ladera de las cuevas y ermita de San Miguel Alto, hay dos caminos. Los dos muy claros, conocidos y ahora hasta con escaleras nuevas. El primero ya te lo comentaba hace unos días, es el que sale por la plaza de la Cruz de Piedra. Por él sube ahora mucha gente para ir a las cuevas y a la ermita. Y el segundo camino sale del barrio justo por la Cruz de Rauda. También muy usado pero éste lleva más directamente a las cuevas de las chumberas. Es el lado de la derecha, el que se encuentra más cerca de la muralla que separa de la zona del Sacromonte.

Pues por este camino justo bajo en busca del barrio. Para venirme ya de la ladera y entrar por las calles para explicártelo en estos días de invierno. Y, mientras camino, veo la gran panorámica de esta antigua zona de Granada. En la foto que hoy te regalo puedes verla. Una foto clásica que hacen casi todas las personas que vienen por aquí pero que es necesario que la veas.

Y por el barrio, según voy entrando, me lo encuentro todo solitario. Solo cuatro personas, algunos perros y también gatos que recorren paredes y tejados y tres o cuatro turistas. Ya se han terminado las fiestas y la gente ahora, los habitantes de estas casas y los turistas, se dedican a la realidad de cada día. Por eso por aquí, como te digo, todo se ve muy tranquilo. Como si nadie viviera en ninguna de las casas a pesar de lo limpias y bien cuidadas que se ven. Las puertas todas cerradas y lo mismo las ventanas y ningún ruido humano que rompa el silencio de la tarde. Hace frío, el empedrado de las calles se ve húmedo y el musgo verde entre piedra y piedra. ¿Sabes? Al menos esta parte del Albaicín, ahora en invierno, hay algo que resulta extraño. Quizá la soledad, la humedad, el silencio y el aspecto de abandono, aunque no sea así.

La tarde sola
con viento húmedo
que se deshoja
en la quietud
por la sombra.
Como si no pasaran
pasan las horas
y como si no lo hicieran,
se asoman
al frío invierno
de la tarde sola.

10 de enero: placeta Aljibe de la ViejaLa Placeta “Aljibe de la Vieja”, tú no la conoces. Es un rincón muy pequeño, algo escondido, con dos calles estrechas que llegan por ambos lados. Empedrada, con una farola, un árbol desvencijado, la aljibe al lado norte y, junto a ella, una puerta. Siempre que he pasado por aquí la he visto cerrada. ¿Que quién vive ahí? Es una casa nueva, con tejas, algo de jardín y un jazmín que rebosa desde dentro. Pero el rincón en sí es añejo. ¿Y la aljibe? También pequeña, de ladrillo, dos repisas a los lados y una puerta de hierro.

Así que esto es, a lo grande, esta pequeña plaza. ¿Y sabes dónde se encuentra? Justo dentro del barrio del Albaicín, al norte, pegada un poco a la ladera de las cuevas y donde todo son calles estrechas. Empedradas, muchas y con adoquines, otras. ¿Y el misterio de este rincón? No lo sé. Sólo puedo contarte que, al caer la tarde de este día de enero, por aquí todo es un gran silencio. Azul el cielo, con nubes blancas, un sol muy débil y algo de frío. Es invierno y te lo cuento desde esta vieja placeta. Todo en sí como lleno de misterio y, de fondo, algunos trinos de gorriones y el canto lejano de un mirlo.

¿Sabes? Es que esta tarde ya estoy comenzando a contarte el invierno en Granada, desde otro sitio. Quiero que sepas los silencios, las luces y las sombras de los pequeños rincones de este barrio, tan famoso en el mundo entero. Y no me preguntes qué hay de hermoso, interesante u hondo en este rincón tan claramente solitario. No sabría qué decirte pero quizá sea eso: su soledad, su silencio, la tarde en sí, el frío del invierno y lo distinto que es todo esto entre los demás sitios de Granada.

Solo tres gorriones
cantan
en el aire de la tarde
que se marcha.
Nadie por aquí
se ve ni habla
pero si se escucha atento
en las piedras tan calladas,
se oye allá en lo hondo
una voz que llama.

11 de enero: plaza del Mentidero A tan solo treinta metros de la plaza Aljibe de la Vieja, hay otra también muy pequeña. La plaza del Mentidero. Con dos bancos de madera sujetos al suelo y un árbol algo más grande. No es morera ni tampoco acacia. Detrás del primer banco, el que está más cerca del árbol, hay una puerta, una segunda ya entrando a la calle Aljibe de la Vieja y, por la derecha, la pared de un antiguo patio. A la entrada tiene un arco con una puerta de hierro y dentro crecen muchos árboles. Naranjos, higueras, laureles, cipreses, palmeras… Y, como es invierno, excepto las palmeras, los laureles y los cipreses, todos los demás ya no tienen hojas. Se las ha llevado el otoño que por aquí ha pasado hace poco.

Pero, entre todos los árboles de este patio, el más vistoso ahora mismo es un granado. Sus ramas rebosan por encima de la pared y las granadas, ya sin granos y algo secas, todavía se ven ahí colgadas, color naranja oscuro. Se Parecen a las bolas de los árboles de Navidad. Pero estos frutos tardíos de otoño, aunque se ven hermosos recortados sobre el azul del cielo, chorrean invierno auténtico. Los gorriones que viven por estos rincones del barrio son los verdaderos dueños de este patio, del granado sin hojas y de la tarde. Mientras escribo esto y siento pasar el viento con olor a humedad, me dan compañía.

¿Que por qué te hablo de esta pequeña plaza? Porque aunque en sí tiene poca entidad, es un rincón más entre los muchos ocultos y hermosos de Granada. Muy escondido, eso sí, y alejado de los sitios que visitan los turistas. Por eso casi desconocido. La tarde, mientras sentado en el banco que hay más cerca del árbol escribo, pasa serena. Sin que muestre más señales de invierno que el frío y la humedad que presta la sombra y el verde del musgo en el empedrado. Porque desde hace varios días ni siquiera nubes se ven. De nuevo no llueve. Como si no fuera invierno aunque lo sea.

El granado del patio,
el que rebosa
por la pared de tierra
en el viejo barrio,
parece que estuviera
en el viento clavado.
Las granadas secas
y vacías de granos,
son como farolas
al invierno alumbrando
desde una tarde cualquiera
en este barrio.

12 de enero: los jóvenes del invierno En las esquinas de algunas de las estrechas calles de este lado del barrio, alguien ha ido colgando un papel con un mensaje escrito. Al pasar por aquí, me lo he encontrado. Me paro y leo: “Busco estufa vieja de leña”. ¿Te sorprende como a mí? Pero yo, sin saber mucho, intuyo algo. Y lo que pienso es que, como hace frío, jóvenes universitarios han sido los autores de este mensaje. Porque ¿sabes? Muchas de las viejas casas de este Albaicín añejo están ocupadas por ellos.

A los estudiantes universitarios extranjeros les gusta mucho Granada. Y, de esta ciudad, sobre todo les gustan las casas de este barrio. En general, toda la zona de este lado de la ciudad. Por eso, en esta época de invierno, la mayoría de las casas que hay por aquí habitadas, lo están por universitarios extranjeros. Les encanta a ellos vivir en estas casas y no en pisos. Pero en estas casas, en estos días, hace frío. Necesitan una estufa aunque sea vieja y de leña para calentarse. Y también porque esto para ellos es muy romántico.

Porque fíjate: en las cuevas de la ladera, viven jóvenes que tienen unas características muy concretas. Quizá posean menos dinero, no les gusta tanto la cultura y sí vivir en libertad y un poco al margen del resto de la sociedad. Y en muchas de las casas de esta zona del barrio viejo, viven jóvenes que quizá sí tengan algo más de dinero y sean más amantes de la cultura. Pero tanto aquellos como estos, son una parte muy esencial del invierno en Granada. Porque en verano, por aquí las cosas son de otro modo.

Muchas de las casas
del barrio viejo,
se ven cerradas
al caer las tardes
y las mañanas.
¿Quién vive dentro?
En algunas, jóvenes,
en otras, silencio,
calles empedradas
y húmedo invierno
que de puntilla pasa.

13 de enero: placeta de los Castillas Desde la Aljibe de la Vieja, una calle estrecha, avanza hacia el centro. Llega enseguida a lo que es como un cuadrado perfecto. Hay un nombre en un azulejo donde se puede leer: “Placeta de la Vieja”. Pero también es tan poca cosa que sigo y, en solo unos metros, llego a otro rincón algo más grande. ¿Su nombre? “Plaza de los Castillas”. Rincón amplio, con cinco árboles y estos sí son acacias y ningún asiento. No es cuadrada ni alargada esta plaza y a ella desembocan cuatro calles. Una tan estrecha y corta que hasta el nombre le queda grande: Fátima. Y justo por donde llega esta calle, lado de arriba de la plaza, una casa muy vieja. Tanto que todas sus paredes se ven desconchadas y las maderas de las ventanas casi podridas. Tiene un balcón y se ve ropa tendida. Aquí viven estudiantes.

¿Que por qué hay tantos coches en esta plaza? No lejos, algo más abajo, hay un restaurante para turistas. Algunos dejan aquí sus coches y otros son de las personas que ocupan las casas de este barrio. Una pena porque el rincón en sí pierde todo su encanto con tanto coche. Ni siquiera hay tranquilidad aunque sí desde aquí se ve un espacio grande. Al frente y al lado de abajo, el gran cerro que corona por donde la Silla del Moro. Queda al otro lado del río Darro y por encima del Generalife. Por la izquierda se ve la ladera de las cuevas y la ermita que corona. Y luego, esta tarde, otra vez azul el cielo, sin nada de viento ni tampoco frío. Anoche llovió algo y puede que también llueva un poco mañana.

La segunda calle pequeña que sale de esta plaza, muy cerca de la que te decía antes, se llama Dos de Mayo. También mucho nombre para solo unos metros de calle. Pero, avanzando por ella, se llega a la calle más importante del Albaicín. Y, como por esta calle sí pasan muchos coches, todo el ruido llega a la plaza. Por eso hay por aquí tan poca paz. Sin embargo, por los tejados de las casas, cantan algunos tordos y se ven pequeñas bandadas de gorriones. El sol reluce sobre las tejas y las desnudas ramas de los árboles. El otoño los ha dejado sin hojas y ahora parecen esqueletos frente al invierno que ni se va ni llega. Como si nada fuera serio aunque lo sea.

El invierno por aquí
casi no tiene donde
pararse a vivir.
Las calles son tan chicas
y las plazas tan en sí
recogidas
que nada más que el tiempo
parece pasar si ir.

14 de enero: placeta del Conde Desde la placeta de la Vieja sube una pequeña calle, Su nombre es Cuestecilla. Y, para recorrerla cómodo, han trazado escaleras, con el mismo empedrado que hay por todas estas calles. Al final y a la izquierda, dos grandes pinos, en el patio de otro carmen grande y bonito. Se llega a la calle Estrella y, al final, se abre la placeta del Conde. Es aun más pequeña que la de la Vieja. Al principio, según se llega, es como un trozo de calle ancha. Al lado izquierdo se ve una gran casa, cerrada pero las plantas del patio rebosan por lo alto de la pared. En un azulejo que tiene puesto en la entrada puedo leer: Alquer-Razín, placeta del Conde. Quizá sea este el nombre de los primeros dueños de esta casa, con aspecto de noble. En otros tiempos, en este barrio Albaicín vivieron muchas personas importantes. Ésta, en concreto, es tan grande que coge casi todo el lado izquierdo de la calle Estrella. Tiene ventanas bajas con rejas y balcones también enrejados.

La placeta en sí tiene un empedrado muy fino y bello. Hace juego con el de la calle Estrella. Por el lado de arriba, otra fachada con una puerta de madera cerrada. Las ventanas tienen rejas de hierro pintadas en negro. Lo mismo que el balcón del lado izquierdo. En la pared, como un macetón color ladrillo pero es una hornacina. Dentro y en la parte de arriba y protegida por un cristal, la imagen de la Virgen. Tampoco sé quién vive aquí. La puerta de esta vivienda está cerrada y lo mismo las ventanas. En todo el recinto de la plaza solo hay silencio, musgo húmedo entre los espacios del empedrado y la sombra de la tarde. Una densa sombra y la humedad toda color de invierno y como agazapada en espera de algo importante.

Y esta tarde sí que hay nubes en el cielo que tienen mucha pinta de lluvia. Quizá esta misma noche llueva y caiga una buena nevada en las cumbres de las altas sierras. ¿Cómo será este tan pequeño y original rincón de Granada en una tarde, noche o mañana de lluvia? ¿Cómo será el invierno por aquí? Me gustaría conocerlo más a fondo y el directo para contártelo.

Sin preguntarme,
la tarde se nubla,
se llena de sombras
frías y húmedas
y parecen que traen
lluvia.
Es pequeña la tarde,
como esta plaza chica
y, como se cuelga del cielo
muda, muda,
es hermosa a so modo
y profunda.

15 de enero: plaza de la Cruz de Piedra Desde la pequeña placeta del Conde sube otra callejuela. Muy bien empedrada y protegida por hermosas casas a los lados. Se le conoce con el nombre de Callejón del Conde. Por la izquierda va quedando otra que se llama de San Luís Alto. Se llega enseguida a una nueva placeta, la de Luque, y solo tres metros más adelante se encuentra con la famosa calle de San Luís. La que va, por entre la ladera de las cuevas y el barrio Albaicín hasta las laderas del Sacromonte. Recorriendo esta calle, en su primer tramo y lado alto, se ve al fondo Sierra Nevada.

Donde se junta la calle San Gregorio Alto con el comienzo de calle San Luís, se encuentro la plaza de la Cruz de Piedra. Es algo más grande que las que han ido quedando atrás pero no más bella. Sin embargo, tiene su encanto. Justo en el centro se levanta la conocida cruz, sobre un pedestal de piedra y mármol. Al frente sigue la calle San Gregorio y, a solo unos metros, se encuentra el arco, puerta en la vieja muralla. Al pasarlo, aparecen las primeras casas de un barrio moderno, Haza Grande. Y, a la derecha de la calle con este arco, comienzan las escaleras que llevan a las cuevas de la ladera.

¿El invierno por aquí? Esta misma tarde la lluvia cae y por eso, todo el empedrado, chorrea agua clara. No hay árboles en esta plaza ni casas con patios con higueras o granados. Solo un carmen, el de la Cruz de Piedra, que sí es antiguo y bonito. Se le ve restaurado pro sus paredes son de ladrillos, con puertas y ventanas de madera. La explanada de la puerta es justo el comienzo de la calle San Luís.

Y, por lo que he dicho, que esta plaza es comienzo de cuatro calles importantes, es por lo que hay por aquí también mucho bullicio. En esta tarde de lluvia no para de pasar gente. Algunos suben a la ladera de las cuevas, otros van para Haza Grande, por la calle San Luís tiran otros y algunos más caminan calle abajo en busca del centro del barrio. Esta plaza se sitúa en la parte alta del Albaicín y por eso ya, ponen punto y final a las construcciones antiguas y abre puerta a las casas más modernas.

Llovió anoche
durante rato
y, luego esta mañana,
a chaparrones largos.
Llueve ahora mismo
despacio
y no hace frío,
parece llegado
el invierno amigo
tan esperado.

16 de enero: flores de invierno Dentro de este antiguo barrio, original y bello, en cualquier época del año, se ven cosas interesantes. Tranquilidad y silencio en sus estrechas calles, por cualquier sitio. Y fresco y sombras, tanto ahora como en verano. Pero en invierno hay colores y olores que asombra mucho. ¿Colores de invierno? Quizá tampoco los conozcas pero existen y son interesantes y bellos, muy bellos.

Conforme va uno andando por cualquiera de las angostas calles, constantemente salen al paso macetas en las ventanas y balcones. Algunas de cerámica granadina y otras solo de barro pintado, donde crecen plantas con todo tipo de flores. Rojas, amarillas, blancas, azules, moradas… Colores frescos y puros que resaltan contra el blanco de la cal en las paredes o el azul intenso del cielo en las tardes o mañana del invierno. Y, cuando llueve o se cubre el cielo con nubes espesas, las flores de las macetas en los balcones o ventanas, lucen más que en otros momentos. ¿Que cómo es posible que haya tantas flores en los rincones, plazas y calles, de Granada y justo en los meses de invierno?

Tú conoces solo un poco la realidad que estoy contando. Porque para descubrirla bien hay que echarse a caminar por un lado y otro de este barrio. Sin rutas, sin buscar nada, solo con el deseo de ir descubriendo y pararse para contemplar. Por eso quiero decirte que el invierno en Granada y, más concreto en este barrio, tiene colore y olores mágicos. Sorprenden y gustan mucho. Porque es como si muchas personas de las que por aquí viven se tomaran interés en vestir de colores el invierno. Como si pretendieran hacer la vida más grata.

Llueve en invierno
en las ventanas
de calles estrechas
y empedradas.
Caricias de la vida
que en las mañanas
se mecen en el viento
alegrando al alma.

17 de enero: plaza de San Bartolomé


Esta tarde, sí llueve. Y hace frío y viento y las nubes son muy negras. Una tarde de auténtico invierno. Y, esta plaza, la que se conoce con el nombre de San Bartolomé, es hermosa con la lluvia que cae. Sobre el empedrado, el mismo y típico en todo este barrio, las gotas de lluvia se quiebran y el agua corre en busca de un charco, arroyo, un río… Y, mientras la lluvia cae, hay que oírlos para creérselo, cantan un par de mirlos. También un cernícalo y un mochuelo en la torre de la iglesia que hay al lado de abajo. Como si se alegraran conmigo de la lluvia que cae y de la hermosa tarde de invierno. ¡Qué espectáculo!

Pero esta plaza, al lado de arriba del Albaicín llano, es hermosa por sí misma. Tiene forma rectangular, toda empedrada y con una gran cruz de piedra en el centro. Y las casas de los lados más largos tienen muchas flores. De los balcones y ventanas cuelgan las macetas, estas sí, de cerámica granadina. Y también los platos que decoran en la pared, entre maceta y maceta. También hay flores y un par de árboles en el lado alto de los dos más largos de la plaza. Es un rectángulo más pequeño, delimitado por gruesas paredes de ladillos viejos. Como un patio chico donde los vecinos de algunas de estas casas, en los días de sol, ponen sillas y mesas y organizas sus tertulias. La iglesia queda al frente, en el lado de abajo, unos de los dos pequeños de la plaza.

¿Que cómo se ve Granada con la lluvia que ahora mismo cae? La imagino, porque desde aquí no la veo, extendida en la llanura de la vega, como arropada por la bruma, la lluvia cayendo sobre ella y acariciada por algún rayo de sol. Porque, de vez en cuando, las nubes se abren y se ve el cielo y sale el sol. Pero sí, Granada y sus barrios y este del Albaicín, tienen esta tarde un color muy especial. Es como si se recogiera en sí misma, bajo una fina sábana de bruma y lluvia y se durmiera. Tendrías que verla para que se te llenara el corazón del asombro y gozo que hay ahora mismo en el mío.

Cuando la lluvia cae,
como en esta tarde,
sí parece invierno
a lo grande.
Y si además el frío
llena las calles
de este barrio chico,
hasta el viento sabe
a miel un poquito
y a eternidad suave.

18 de enero: el rocío del invierno

En la hierba de la ladera de las cuevas, ahora cada mañana, hay mucho rocío. También en las umbrías y praderas del Cortijo de la Viña. Y por las orillas del río Darro, por los bosques de la Alhambra y el Generalife y por todas las calles de este viejo barrio. El musgo crece entre las piedras de cada una de las calles y, en este verde tapiz, el rocío aparece cada mañana. Algo así como si, durante la noche, muchos duendes venidos de los bosques o de lejanas montañas, se entretuviera en regar cada hoja de musgo y cada tallo de hierba. Porque esto forma parte del invierno en Granada.

Por eso ahora, cada mañana, a primera hora hace frío y huele todo a húmedo. Por las chimeneas de las casas, muchas y algunas muy bonitas, se ve salir el humo en pequeñas hebras blancas. Y en la parte del barrio donde más se ve esto es en el lado alto. La zona llana que hay entre la Cuesta del Chapiz y Haza Grande y plaza Larga y la iglesia del Salvador. Todo el barrio que hay en esta extensión se encuentra en terreno llano. Y por eso se le conoce con el nombre de Albaicín Alto. Justo por donde las calles son más estrechas, las casas tienen balcones con flores y hay muchas plazas pequeñas. También en este trozo de barrio hay bastantes iglesias. Al menos cinco son verdaderamente importantes: el Salvador, San Nicolás, San Bartolomé, San Cristóbal y San Luís.

Y, una de las cosas hermosas que ahora cada mañana también se ve por aquí, es precisamente la silueta de estos monumentos. Sobre todo la iglesia de San Cristóbal. Porque se alza justo en lo más elevado del cerro y por eso emerge y se le descubre desde cualquier calle o plaza del barrio. Y como ya el invierno sí se ha llevado por delante las hojas de los árboles, de algunos de los caquis cuelgan los frutos. Brillantes y desnudos y llenos de rocío y frío de invierno. Estampas propias de esta época del año y con sus vivos colores y sus fantásticas imágenes. Tiene tantos matices el invierno en Granada que cada día todo parece nuevo.

Rocío en la hierba,
en los tejados
y en las piedras,
del viejo barrio
entre laderas.

Silencio y perfume
en mañanas tiernas
de invierno húmedo
que abraza y besa.
Eternidad cristalina
bañando la Tierra.

19 de enero: un pequeño libro inédito El invierno en Granada, y más concretamente en los rincones de este barrio bello, es como un libro inédito. Como un libro de sencilla portada que, al abrirlo cada día, cada mañana, encuentras dentro lo más sorprendente y todo inédito, en cada página. ¿Que cómo sé yo esto y cómo lo explico? No hay que recurrir ni a grandes discursos ni a hermosas o sonoras palabras. Lo estoy palpando a cada instante, en cada calle o plaza de este barrio.

Por ejemplo: ayer por la tarde, cuando ya se ponía en sol, me senté en unos de los rincones de este trozo de Granada. En una plaza estrecha, solitaria, silenciosa, empedrada y con olor a musgo. Y miré al frente y vi un cielo azul intenso, coronando y arropando a todas las casas de este barrio. Más cerca de mí, las paredes blancas de las casas y de los patios. Se oía el canto de un mirlo y, lo demás, todo era calma. Pero, desde uno de los patios y rebosando por el tejado, vi una hermosa planta. Una buganvilla toda convertida en flores. Color de otoño con pequeños matices de invierno.

Nadie me dijo nada ni yo tampoco esperé demasiado. Pero sí caí en la cuenta de los huertos y patios que hay, casi en cada casa, de este viejo barrio. Patios y huertos todos repletos de plantas y flores, por donde el invierno resbala. Donde la vida y el tiempo y la luz y el viento se encuentran como en un sencillo libro inédito. Un libro con tapas humildes pero con un contenido sorprendente. El invierno y sus colores en los patios y las plantas con flores. Un libro llano pero muy hermoso por dentro.

La tarde pasa
como del viento
llevada
y como ajena a todo
y callada.
Pero la tarde en sí
guarda
un pequeño secreto.
Lo sabe el alma
que se abraza a la tarde
que en silencio pasa.

20 de enero: placeta Carniceros

La placeta Carniceros se encuentra justo al comienzo de la calle Pages. Nada más empezar a bajar por esta calle, dirección a la iglesia del Salvador a la derecha, queda. De forma rectangular, no del todo, empedrada, con ocho bancos de piedra y una fuente en el centro. En los dos lados grandes, hay tres y cuatro naranjos y, en uno de los chicos, dos. De las ramas de estos árboles cuelgan las naranjas que el invierno por aquí ha madurado y, las hojas que las arropan, están muy verdes.

Hoy es domingo veinte de enero. Ni hay nubes ni hace viento ni tampoco la tarde es fría. Primavera adelantada parece más que un día de enero. No se ven más señales de invierno, en este rincón del Albaicín, que el musgo entre las piedrecitas del empedrado y el color de las naranjas. Quizá también la ausencia de personas. Porque nadie hay por aquí ahora mismo. Solo algún que otro turista que camina por la calle Pages dirección al centro. Pero, en los asientos de la plaza, nadie descansa. Solo tres gorriones que, a ratos, saltan y levantan vuelo y vuelven y otra vez se van para posarse en los tejados.

Puede que ni apetezca mucho sentarse aquí. Ya te he dicho que por uno de los lados de la plaza, pasa la calle más importante del barrio del Albaicín. Y por ella sí circulan los coches en las dos direcciones. Y, tanto estos coches como las motos y los que van y vienen con sus perros, llenan de ruidos y enturbian la paz de la tarde y del rincón. Y como la tarde en sí es templada, con mucha luz azul, a las personas parece que nos les apetece quedarse por aquí. No llueve y esto preocupa. Parece que éste no es un invierno como los de otros años.

Pero lloverá, mañana o pasado o el otro y, este rincón, también se llenará de invierno. Quizá más de lo que el otro día vi por aquí, cuando había nieblas y la humedad se esparcía por el empedrado. De las naranjas colgaban pequeñas gotas de agua y la lluvia relucía resbalando tronco abajo. Sí, ya lo estás comprobando: el invierno en Granada, tiene sus momentos. Y, a veces, aunque no parezca que sea invierno como pasa ahora mismo, no es del todo cierto. Pero dejo escrito estas cosas y te regalo lo que me gustaría que fuera y no es en este momento.

Tres naranjos,
con su fruta roja,
clavan sus raíces
en la plaza sola.
A nadie esperan,
solo de sus hojas
la tarde cuelga.
Soledad amapola
y el sol como dueño
de la plaza sola.