miércoles, 12 de diciembre de 2007

Invierno-1

El invierno en Granada-2
Paisajes en el corazón, 2008
Índice

El invierno de Granada es diferente
27 de diciembre: con el invierno que llega, te abrazamos
28 de diciembre: el invierno por las calles de Granada

Desde la ladera de San Miguel Alto
29 de diciembre: ladera del Albaicín
30 de diciembre: desde la ladera, al norte
31 de diciembre: señales propias del invierno
1 de enero: fin de año, la fiesta de invierno
2 de enero: el invierno es algo más que frío
3 de enero: cuando cae la lluvia sobre Granada
4 de enero: Una visión distinta de Granada
5 de enero: lo que el invierno se lleva en sí callado
6 de enero: en la tarde, frente a Granada
7 de enero: los Reyes Magos, fiesta de invierno
8 de enero: se acaba la primera parte del invierno

Desde el Albaicín Alto
9 de enero: entrando al barrio del Albaicín
10 de enero: placeta Aljibe de la Vieja
11 de enero: plaza del Mentidero
12 de enero: los jóvenes del invierno
13 de enero: placeta de los Castillas
14 de enero: placeta del Conde
15 de enero: plaza de la Cruz de Piedra
16 de enero: flores de invierno
17 de enero: plaza de San Bartolomé
18 de enero: el rocío del invierno
18 de enero: el rocío del invierno
19 de enero: un pequeño libro inédito
20 de enero: placeta Carniceros
21 de enero: el Albaicín desde el alma, en invierno
22 de enero: universitarios en el invierno de Granada
23 de enero: plaza de Aliatar
24 de enero: plaza del Salvador
25 de enero: paisajes en el corazón
26 de enero: plaza Larga

1- Desde el Mirador de San Nicolás
2- Romería al Sacromonte, fiesta de invierno
3- Las flores de los almendros
4- Atardeceres en el invierno de Granada

15 de marzo: desde el Carmen Max Mureau
16 de marzo: desde la plaza de San Nicolás
17 de marzo: desde el Carmen de la Atarazana
18 de marzo: placeta de las minas
19 de marzo: desde la plaza de las Azucenas
20 de marzo: desde plaza de San Miguel Bajo
21 de marzo: desde el Mirador de la Lona


27 de dicimebre: con el invierno que llega, te abrazamos El invierno de Granada es diferente a cualquier otro sitio de España. Y por completo distinto al invierno de tus tierras, tu ciudad, tu casa. ¿Y sabes por qué? En Granada, tierra de sol y primaveras mágicas, hay unas cumbres muy altas que, en cuanto llega el invierno, se cubren de nieve. Sí, me refiero a Sierra Nevada. En ningún otro lugar del mundo se ven montañas como éstas, tan próximas a la ciudad, tan cerca del mar y tan blancas, nada más llegar el invierno. Por esto te decía y repito que, en ninguna otra ciudad el mundo, hay un invierno como el de Granada.

Ayer, por ejemplo, todo el día estuvo nublado y, por la ciudad y la vega, llovió algo. No mucho pero se volvió a mojar la tierra y se lavaron un poco las hojas de los naranjos. Y, en Sierra Nevada, nevó mucho. Al caer la tarde, desde el Cortijo de la Viña y desde la ciudad, se veían las cumbres blancas, blancas. Por eso la niña me decía:
- Ahora es el invierno lo que tenemos que contarle a ella. Los fríos y los hielos y las nieves blancas para que también lo sepa. Es la manera más hermosa de mantenerla viva entre nosotros. La quiero tanto que me resisto que un día muera.

Sus palabras y tu recuerdo también a mí me gritan en el alma. Así que, esta mañana mismo, ya empiezo a contarte cosas del invierno por estas tierras. Y empiezo por lo característico del invierno en Granada: las cumbres, hoy muy blancas, de Sierra Nevada. El invierno por aquí es distinto, muy distinto. Vamos a contártelo.

Se ha marchado el otoño
pero no nos vamos
nosotros.
Queremos quedarnos
con el invierno
que está llegando.
Y hoy hace frío
azul y blanco,
con el invierno que llega
te abrazamos
y, en el calor del corazón,
te acurrucamos.

28 de diciembre: el invierno por las calles de Granada El invierno, por las calles de Granada, también tiene una característica muy especial. Único en el mundo como las nieves de Sierra Nevada. ¿Sabes por qué? Si en algún lugar del planeta, el invierno es nostalgia, por las calles de Granada, es la nostalgia con nombre propio. Nostalgia, ausencia, pérdida… No se entiende el invierno en esta ciudad sin conocer a fondo la realidad que estoy diciendo. Porque Granada, además de bella en sí por sus colores y rincones, por todos los poros destila ausencia.

Con la niña lo comentaba yo ayer por la tarde y me decía:
- Yo quisiera que, el invierno que vamos a contarle a ella, fuera muy sencillo pero al mismo tiempo todo bello. Que le llegue al corazón, que lo haga suyo, que después de leerlo, se queda con ganas de venirse a vivir para siempre aquí.
Y, pensando en esto, medité un rato y luego le dije:
- Sí, estoy de acuerdo. ¿Porque sabes? Yo creo que en la vida sino se recogen los sueños, las emociones, los recuerdos, es como si la vida misma quedara para siempre vacía, sin sentido. Como si nada de lo vivido tuviera valor si no se dejara para siempre escrito.
De nuevo me dijo ella que estaba de acuerdo y luego seguimos buscando la manera de contarte con claridad lo que pretendemos.

¿Y sabes? Por las calles de Granada se ve mucha gente en estos días. Turistas que van y vienen y suben y bajan, haciendo fotos y comentando sus cosas. Hay muchas sombras frías y el hielo se acumula en los jardines. Pero tú sigues faltando por todos lados. En cada rincón, en cada plaza, en cada fachada de casa. En cada puerta palpita tu ausencia y por eso, aunque todo es serenidad y un remanso de belleza, parece como si no tuviera valor ninguno. Ni el tiempo ni el invierno que empieza a caminar despacio. Sin embargo, tanto la niña y yo y todos los del Cortijo de la Viña, sabemos que merece la pena vivir la vida y recogerla al modo en que pretendemos. Pensarte, por estas calles de Granada y rezar al cielo desde la nostalgia, en las frías tardes del invierno, es transformar la vida en eternidad.

Recoger la vida
en versos pequeños,
con sencillas palabras
blancas en deseos,
es el más valioso
de todos los sueños.
Todas las vivencias
al fin son recuerdos,
nostalgia en las tardes
del invierno.
Desde las laderas de San Miguel Alto

29 de diciembre: ladera del AlbaicínHemos decidido contarte el invierno de Granada, empezando por el barrio del Albaicín. El lugar más visitado y famoso de esta ciudad. También tú lo visitaste pero a tu modo y ni siquiera llegaste a descubrir su identidad, según la época del año. Algo que muy interesante que, aunque no lo parezca, tiene gran importancia. No es lo mismo el Albaicín en primavera o verano que en otoño o invierno. Ni mucho menos.

Esta noche pasada, por ejemplo, toda ella rasa, con muchas estrellas en el cielo, intenso frío y blanca sobre las cumbres de Sierra Nevada, ha sido especial por completo. Ayer por la tarde y, según ya había hablado con la niña, yo salí del Cortijo de la Viña y me vine para este sitio de Granada. Para el barrio del Albaicín pero por las laderas de San Miguel Alto. Por donde hay algunas cuevas habitadas y unas largas escaleras que construyeron no hace mucho. Son para que las personas que viven en estas cuevas puedan subir o bajar con un poco más de comodidad. No estaban en la época que tú estuviste en Granada.

Por eso, ayer por la tarde, fue para mí una novedad ver estas escaleras. También me resultó interesante encontrarme con los olivos que clavan sus raíces en estas laderas de Granada. Son viejos, con sus troncos muy añosos, no muchas ramas y curvados para el sol de la mañana. ¿Sabes? De estos solitarios olivos y de la ladera en sí y de la ermita que corona, tengo mucho que contarte. Es un paisaje insólito en el conjunto de los paisajes de Granada. Por su altura, corona a todo el barrio del Albaicín, por su aridez y tristeza, por su frío en invierno y sol en verano y por lo que atesora, teniendo como tiene aspecto de pobreza. Es un rincón todo pérdida y, por eso, nada más pisarlo, hiere en el alma. Te iré contando.

Sin embargo la mañana
se presenta fría,
azul y blanca,
con la hierba en la ladera
llena de escarcha
y con el aire atravesado
por fría espada.
Sin nubes ninguna,
recogida en sí, Granada,
contra un invierno seco
que avanza.
Hace frío, mucho frío
en la mañana,
tanto que el aire
hiela el alma.

30 de diciembre: desde la ladera, al norte Granada
Pasado mañana por la noche ya es fin de año. Una fiesta exclusivamente de invierno. Y no solo aquí en Granada si no en muchas partes del mundo. También en tu país. Pero en Granada, la noche de fin de año, tiene un sabor a profundo invierno. Y este año, en la plaza del Ayuntamiento, hay un gran espectáculo de luz y sonido. No disfrutaste tú esta fiesta el año pasado. Porque te fuiste con los tuyos, a tu país blanco, a pesar de que estas en España para conocer la cultura nuestra.

Hoy de nuevo amanece sin ningún rastro de nube en el cielo. Muy azul todo y frío en el ambiente. Y, sobre la ladera del barrio del Albaicín, con millones de relucientes cristales de escarcha en los tallos de la hierba. Pero, aun así, el invierno por aquí se mezcla con el otoño y parte de la primavera. Algo muy hermoso. ¿Que te muestre alguna señal porque quieres verlo? Ayer mismo por la tarde, hice una foto. A las hojas secas del pequeño olmo que crece en esta ladera. Hojas que se derraman por el suelo, entrelazadas con los tallos de la hierba y como dándole calor a las pequeñas florecillas que ya han brotado. Las hojas del olmo todavía tienen color de otoño y por eso son bellas. La hierba destella verde de invierno y las florecillas reflejan sonrisas de primavera. Tres pinceladas muy reales de las tres estaciones del año fundidas en un punto exacto. ¿A que es curioso y a la vez bello?

Y ya sabes lo que pienso: que en las pequeñas cosas, las que pasan inadvertidas a los ojos de la mayoría de las personas, es donde casi siempre hay mayor belleza. Mucho más que en una gran fiesta de fin de año, con bebida, música, luces y colores. Y te lo digo porque en esta ladera del Cerro de San Miguel Alto, balcón privilegiado del invierno sobre Granada, ocurren estas maravillas. Por las noches hace mucho frío, de día el sol calienta y, aunque no llueve y el otoño hace poco que se ha ido, ya brota lentamente la primavera. Un milagro de la naturaleza en el invierno de Granada que pasa inadvertido para muchas personas a pesar de su exquisita belleza. Te regalo una foto para que lo veas.

Al llegar el día
Granada se despierta
como del frío invierno
sobre la vega.
Es una fantasía
verla
y ver la luz del sol
jugar con ella.
Desde la ladera al norte
el invierno es primavera,
otoño ocre y azul
y silenciosa espera.
En el aire siempre se palpa
tu ausencia.

31 de diciembre: señales propias del invierno
Treinta y uno de diciembre. Último día del año y, por eso, con un frío de hielo. Un frío grato aunque sea frío porque, el invierno, todo en sí, es bello, muy bello. Y lo es más saboreado desde los especiales rincones de Granada. Y, desde la ladera de las cuevas, la del Cerro de San Miguel Alto, frente al sol de la tarde, sí que tiene una característica especial. Por las vistas que desde aquí se ven sobre toda la ciudad y Sierra Nevada, por el frío que por las noches hace, por el sol, la luz, el verde de la hierba, los mirlos y algunos frutos de invierno.

Sí, porque quiero decirte que si el otoño se caracteriza por la abundancia y variedad de frutos, el invierno también tiene sus detalles. Y uno muy concreto son las aves que se ven por esta época del año. En Granada ciudad, jardines y plazas y en los bosques de los alrededores. ¿Sabes? Los mirlos se ven por muchos sitios, cualquier día del año pero en invierno, a veces cantan con matices diferentes. Y, en esta ladera, alzada sobre el barrio del Albaicín, hay algunos que revolotean al caer las tardes y por las mañanas a primera hora. Se les ve por entre las chumberas, los olivos, los jardines de las casas y otros árboles. Y la naturaleza, casi al margen de las personas, los cuida. A veces tanto que hasta diría que los mima.

Entre las plantas, muchas y variadas, que crecen en los jardines, patios y huertos de Granada, hay algunas muy propias del invierno. Es el caso de un arbusto que se llena de semillas rojas justo en estos días. Semillas pequeñas, como garbanzos pero rojas, que cuelgan en ramilletes preciosos. Y maduran justo ahora, en invierno, para que de ellas puedan alimentarse los mirlos. Se le conoce con el nombre de Pyracantha coccinea, espino de fuego. El nombre deriva de los vocablos "pyr" fuego y "acantha", espina, recordando el color rojizo de sus espinas.

¿Ves tú qué sabia es la naturaleza y cómo se encarga de mantener la vida y todo cuanto le rodea? Mientras nosotros nos dedicamos a despedir el año viejo y a recibir el nuevo, con música, luces y algarabía, el invierno regala frío, hierba, florecillas y delicados frutos para que coman los mirlos, las aves del campo. Cosas que muchas personas saben y otras tantas ni siquiera lo advierten. Por eso yo te lo cuento y te regalo una foto para que lo veas.

¿Qué cuánto quedará
de todo aquello
que a lo largo de la vida
vamos viviendo?
Casi nada.

Lo mismo que el invierno
llega y pasa,
pasan nuestros sueños
y mueren en la mañana.
Solo queda eterno
aquello que, del alma,
ha sido su alimento.

1 de enero: fin de año, la fiesta de invierno ¿A que no sabes tú mucho de la ermita vieja? Justo en lo más alto del cerro se levanta. Un pequeño edificio antiguo que se le conoce con el nombre de San Miguel Alto. Porque ciertamente se encuentra en lo más elevado del barrio del Albaicín y de toda Granada. En la colina que hay frente a la Alhambra. Y por eso, en la parte del sol de la tarde, tiene un mirador que casi siempre está lleno de gente. Extranjeros, muchos, hippies y turistas variados. Y, justo desde este mirador, anoche se veían los fuegos artificiales de la fiesta de fin de año, a lo largo y ancho de la ciudad de Granada. Una noche mágica, llena de invierno profundo, con muchas estrellas en el cielo, un frío que pelaba y gran abundancia de explosiones de cohetes.

Pero la noche de fin de año yo la estuve observando desde abajo. No por el centro de la ciudad, donde las personas se amontonaban por las calles y plazas y bebían y daban voces, sino desde la puerta de la cueva del naranjo enano. ¿Te acuerdas? Tú la conoces. Porque justo unos metros por debajo del mirador de la ermita vieja, hay unas cuevas. Las más importantes de toda esta ladera de San Miguel Alto. Y, en una de estas cuevas, vive Aurora con su marido y dos niñas. Español es él y ella alemana y por eso su cueva, su preciosa vivienda escavada en la tierra, parece un palacio. Desde la puerta se ve estupendamente toda la ciudad de Granada, la vega, la Alhambra, el barrio del Albaicín, la ladera y la ermita. Y como ahora no llueve, aunque sea invierno y haga frío, desde que sale el sol hasta que se pone, da siempre de frente. A todas las horas del día el sol se derraman por la puerta de la cueva de Aurora. Por eso a ella le gusta tanto.

Pues anoche, mientras cientos de turistas, extranjeros y estudiantes universitarios, despedían el año desde la plaza del Ayuntamiento, yo lo hacía desde la puerta de la cueva del naranjo enano. Algo original y muy bello porque es una gran seña de identidad de esta ciudad y tienen mucho de invierno. Donde más concentración hay de invierno, entre todos los rincones de Granada. Por eso el frío era intenso aunque el aire no se movía y las estrellas brillaban con un resplandor de perlas. Granada no es el tópico de una ciudad más en la noche de año viejo ni el invierno por aquí es solo frío y árboles desnudos de hojas.

Y sin embargo amanece
como un día cualquiera,
sin nubes en el cielo,
escarcha en la hierba
y quieto el viento.

Fue anoche la fiesta
de año nuevo,
pero hoy el día llega
con cara de invierno,
como si todo ya fuera
viejo, muy viejo.

2 de enero: el invierno es algo más que frío Cuando llega el invierno, en Granada, ocurren dos cosas muy características. Por un lado, en la ciudad, se celebran fiestas propias de estas fechas. Al comienzo del año, casi todos los días. Por eso, el día uno es fiesta y hoy, dos de enero, también es fiesta. Se celebra el aniversario de la de la toma de Granada por los Reyes Cristianos. Una conmemoración importante que sabe a invierno, a historia y a tiempos lejanos. Por eso digo que, Granada entera, tiene acontecimientos especiales al comienzo del año y del invierno. ¿Lo sabías?

¿Y sabías tú qué otra realidad, con acento de invierno, ocurre en Granada en cuanto llega este tiempo? Sí, en Granada capital, jardines, riveras de los ríos, plazas y también en los bosques que rodean. Quizá parezca poca cosa pero es un gran acontecimiento, lleno de colores y de vida. Porque, al llegar el invierno, todos los años aparece por aquí un pajarillo pequeño. El que se le conoce con el nombre de “Petirrojo”, Erithacus rubecula, porque todo su pecho lo cubre con plumas de este color. Los machos cantan desde mediados de enero hasta mediados de junio, sobre todo en los albores del día, abriendo el concierto matutino acompañados del colirrojo tizón y del mirlo común. También cantan al atardecer hasta bien avanzado el crepúsculo. Su canto es un gorjeo variado y pausado, quizás uno de los más bellos emitidos por un pájaro, un sonoro "tic-tic-tic" que emite a intervalos cortos.

Este pajarillo siempre llega a Granada y a otros lugares de España, con los primeros fríos. Se instala, de noche o en la mañana, entre la espesura de jardines y plazas y en los bosques cercanos y por aquí vive a sus anchas. Ajeno él, en todo momento, a las personas que por su lado pasan, indiferente a las fiestas de fin de año y año nuevo y ajeno a todas las celebraciones de los humanos. Y es así tan cierto que muy pocas personas, de los cientos que vivimos por aquí, nos damos cuenta de este acontecimiento. Y menos aun lo interpretamos como algo muy especial que ocurre, en invierno, en Granada.

¿Y sabes? Por entre las ramas del naranjo enano que hay en la puerta de la cueva de San Nicolás Alto, viven algunos de estos pajarillos. Por entre el naranjo, por entre las chumberas, los espinos de fuego, las higueras de los patios y los cipreses y rosales de las casas del Albaicín. Y no te cuento los que viven por los paisajes del Cortijo de la Viña y riveras de los ríos de Granada. Es tan delicado, tan bonito y de tan bellos colores este pajarillo, que faltaría algo muy importante del invierno y de toda Granada, sino estuviera por aquí. No sé si tú estás de acuerdo pero yo me siento en la necesidad de contártelo.

Hoy ya el día llega
con nubes y frío
cubriendo la tierra
y con nieve en las cumbres
que hermosas blanquean.
Es invierno sincero
que acaricia y besa
en lo hondo del alma,
donde vive tu ausencia.
Lo justo y necesario
para coger la senda
y marcharse despacio
a las estrellas.

3 de enero: cuando cae la lluvia sobre Granada Hoy, además de nubes espesas y todo el suelo mojado, amanece con viento. Fuerte viento en toda Granada, Andalucía y España. Un día, todo en sí, macizo de invierno. Y llueve a ratos, con chaparrones recios y hace frío. Y de esto sí que tengo certeza: en todo el tiempo que estuviste por aquí, no viste un día tan auténtico de invierno como el de hoy. Por eso y otras cosas te marchaste para siempre de aquí y no llegué a saber si a ti te gusta el invierno. Tampoco sé si te gusta la lluvia, el frío, la tierra húmeda…

Pero por mi parte sí te puedo decir que los rincones de Granada, mojados por la lluvia y envueltos por la niebla, son bellos como pocas cosas en este mundo. Tanto que yo creo que si faltara el invierno, Granada sería otra cosa. Porque vista desde la parta alta del Albaicín, ladera de San Miguel, cuando ayer caía la lluvia y luego salieron las nieblas, Granada era preciosa. La Alhambra no parecía la misma ni las laderas de bosque que desde la colina caen ni los barrancos del río Darro ni el Sacromonte ni las cumbres de Sierra Nevada. Y el barrio en sí, el Albaicín, todavía resultaba más misterioso y bello. Y, al caer la tarde, mucho más.

Desde la ladera de las cuevas, sobre la vega y a lo lejos, se vía Granada como envuelta en azul y bañada de cristal. Sobre ella llovía y las nieblas la arropaban. Luego salió el sol y la lluvia relucía como perlas recién pulidas. Por la ladera me fui, gozando del espectáculo y vi como la lluvia también chorreaba por la hierba, las pitas y los naranjos. ¿Que cómo estaban en ese momento las calles de Granada? Preciosas. Solitarias muchas de ellas y chorreando y oliendo a musgo. Por eso te recordé mucho y, a cada instante, me decía que era una pena que no estuvieras. Porque una tarde tan especial, de lluvia, viento, niebla y sol, era como todo necesitara de ti. Y a ti, yo sé que hubiera gustado y mucho. Pero faltabas y, por eso, el gozo de la lluvia y del hermoso día de invierno, no era completo.

La lluvia blanca
que sobre la hierba
y sobre Granada,
ayer cayó,
sin querer lavaba
al corazón.
Sólo tú faltabas
por entre la niebla
y la luz del sol.
La lluvia clara,
pequeña oración
que consolaba,
en la tarde de invierno,
azul y plata.


4 de enero: Una visión distinta de Granada ¿Conocer Granada desde otra perspectiva? No es tan sencillo ni se consigue en tres visitas. Porque, la otra Granada, la que se les escapa a los turistas y poco de ella ofrecen los libros guías, hay que buscarla desde una actitud nueva, sin prisas. Desde los ojos del corazón, del alma y bajo el sentimiento de la pérdida, la soledad, la nostalgia…Y te lo digo porque ayer, entre lluvias, ratos de sol y nieblas, sí creo que vi yo una Granada distinta. Desde las mimas laderas del barrio del Albaicín, Cerro de San Miguel Alto.

Al caer la tarde, seguía lloviendo, con algo de viento y mucho frío. Nevaba, en ese momento, sobre las cumbres de Sierra Nevada. Desde las cuevas del naranjo enano me viene para el lado de la muralla vieja. Para el lado del Sacromonte. Llovía y a ratos era tanto y con tanta fuerza que asustaba. Pero resultaba muy emocionante. Todo el paisaje en sí y el momento, transmitía tanta belleza, que también daba miedo, pero en sentido contrario. Como si el espíritu mismo se asfixiara en una dicha inmensa.

Por eso me paré, antes de llegar a la muralla y me puse a mirar despacio a la colina de enfrente. A la Alhambra en sí, sobre esta colina, y a las laderas que caen para el río Darro. ¿Y sabes? No me sorprendió lo que mis ojos vieron porque es algo que lo llevo grabado en mi interior pero sí me llenó de asombro el fantástico cuadro. La lluvia caía recia, como te he dicho, y velaba a los paisajes y la niebla subía desde el barranco del río y parecía llevarse con ella, al cielo, a las estrellas, a Granada entera. Y a la Alambra, sobre su gran colina, siempre en lo más alto, coronando. Me acordé de ti y me puse triste. De nuevo me sentí desgraciado porque, una vez más, no estabas para gozar de esta vivencia, tú que tan amante eres de todo lo hermoso, sincero y blanco.

¿Qué te cuente
lo que mis ojos vieron
ayer cuando llovía
dulce y recio?
No podría.

Lo mismo que los sueños
parecen fantasías
y son chorros sinceros
de vida,
así fue aquello.
Semejante a las cosquillas
de un blanco beso.

5 de enero: lo que el invierno se lleva, en sí callado
Y, sin embargo, ayer ya no llovió. Al caer la tarde, desde la ladera del Albaicín, se veía el cielo azul. Con solo algunas nubes sueltas que cubrían sobre la vega de Granada, a lo lejos. Y eso sí, con mucho frío. También allá, a lo lejos, muy blancas se veían las cumbres de Sierra Nevada. Como ya te dije, cayó una gran nevada. La más grande del año. Y, tan hermosa era contemplarla desde este lugar de Granada, que entraban y entran ganas de salir volando y disfrutarla. La fantasía, los colores, el frío y los azules de los cielos en las tardes de invierno en Granada.

Por eso, en esta ladera alta, ayer por la tarde, el frío casi asustaba. ¿Y sabes por qué? En muchas de las cuevas que hay por aquí, se han refugiado grupos de jóvenes. Precisamente huyendo del frío y buscando un poco del calor que el sol por el lugar derrama. Son hippies, algunos de estos jóvenes pero otros simplemente aventureros sueltos que van y vienen y paran cuatro días en los sitos y no tienen casa. Pero con el frío que ahora el invierno anda repartiendo buscan refugio ellos y por aquí se han instalado. Sin agua y sin luz en las cuevas que han ocupado, algunas limpias y bastante acondicionadas pero otras, no tanto. Porque las cuevas de esta ladera alzada sobre el barrio, ya te lo dije, tienen su encanto pero hasta cierto punto. El lugar en sí, es lo atractivo y por eso ellos lo buscan.

¿Sabes? Aunque no lo parezca y yo no muestre mucho interés en hablar de ello, también es esto parte del invierno en Granada. Porque son sus paisajes y es la gente que los llenan y también hay turistas por aquí que van y vienen. Curioseando, algunos, intentando descubrir Granada a lo grande y a lo pequeño y hasta en lo más primario, y esto es bueno. La catedral en sí y los monumentos y museos, son importantes. Pero en cualquier ciudad del mundo siempre hay una realidad distinta que es bueno conocerla. Es necesario. Y el invierno tiene, además de lluvias, nieve y nubes negras que se funden con el azul del cielo, estas cuevas que te estoy contando y los jóvenes acurrucados en ellas.

El día de hoy
otra vez llega
emborrascado,
gris nieve sobre la vega
y tiritando
entre la hierba.

Invierno claro
que yo quisiera
coger entre las manos
y que dijera,
de ti, algo.
¡Es tanto lo que se lleva
en sí callado!

6 de enero: en la tarde, frente a Granada
¿Que si se alimenta de algo, los jóvenes que viven, por estos días en las cuevas de esta ladera? De algo sí. Pero yo creo que su alimento, al menos uno muy bueno, no es el mismo que el nuestro. Por aquí, como te digo, ni siquiera hay tiendas ni bares ni sitios donde comprar recuerdos. Solo hierba, aire frío que viene desde Sierra Nevada, algunas escaleras y muchas sendas de tierra. Y también sol y una vista espléndida sobre la Alhambra, Granada, Vega… ¿Es este el alimento de ellos, a parte del rincón en las pequeñas cuevas, sin calefacción ni luz ni agua?

Voy a contártelo brevemente: hoy se presenta el día de nuevo sin nubes. Ya no llueve, han subido las temperaturas y, aunque la nieve en las altas cumbres blanquea extensa, otra vez no parece invierno. Pero lo es. Como también ayer por la tarde. Vine yo dando un paseo por una de las veredas que, de cueva en cueva, surca esta ladera y, al pasar, los iba saludando a ellos. Muchos miraban al sol y otros simplemente estaban sentados y observaban desde este gran mirador. ¿Y sabes? de pronto, junto a las escaleras que por aquí construyeron este verano, vi una pequeña flor. Blanca casi toda, porque tiene unas pequeñas franjas en color marrón, que se acurrucaba al sol de la tarde y al airecillo que subía desde el río.

¿Que si me paré para verla mejor y sin prisa? Claro que lo hice y saqué fotos. Y, mientras me dedicaba a ello, me acordé de ti y y observé con más calma toda esta ladera. Y descubrí que era cierto: que los jóvenes que por aquí ocupan las cuevas, tienen un manjar que en casi nada se parece a lo que la mayoría comemos. La pequeña flor que tenía delante me lo estaba gritando. Y también la Alhambra sobre su colina y el Albaicín y Granada y la Vega y el sol de la tarde. Quizá ellos, aunque no lo parezca, miran las cosas desde el corazón, desde la nostalgia, desde una actitud diferente frente al mundo a la sociedad. Y por eso para ellos, el invierno de Granada y esta ladera llena de cuevas, es otra cosa. Algo que está más allá de lo que con los ojos de la cara vemos.

Una florecilla blanca
en la ladera
frente a Granada,
llena la tarde
de magia.

En el viento del invierno
tiene su cama
y, en el silencio que la besa
su alma.
Algo de ti me dice ella
Y, tú, callas.

7 de enero: los Reyes Magos, fiesta de invierno Otra de las fiestas de invierno que se celebran en Granada son los Reyes Magos. Aunque no es solo en esta ciudad si no en toda España y otras partes del mundo. Menos en tu país. Pero en granda, tiene un matiz especial. Y la cabalgata de los Reyes Magos fue en la tarde noche del día cinco. Justo una noche antes de que también en tu país, se celebre la fiesta de la Navidad. Es en la noche del día seis al siete.

También vosotros, en tu país, celebráis el día de los regalos. No de los Reyes Magos sino del Abuelo de Hielo y la Niña de Nieve. Bajo el árbol, dejan en tu país, estos dos personajes, los regalos y es justo el mismo día de año nuevo. El año pasado no pudiste estar en tu país para esta fiesta pero este año, sí. ¿Que te cuente cómo han sido las cosas por Granada?

En la noche del día cinco hubo un gran desfile de carrozas, a lo largo de toda la Gran Vía. Tiraron muchos cohetes, repartieron gran cantidad de caramelos, guirnaldas y música a todos los niños de Granada. Y, al caer la noche, los niños recibieron sus juguetes. Por eso ayer, ya día seis de enero, a muchos se les veía jugar por las calles y plazas. Con sus patines, sus coches eléctricos, su muñecas… a lo largo y ancha de toda Granada y también por el barrio del Albaicín. No así en las cuevas de la ladera, donde ayer el día trascurrió como otro cualquiera. De invierno crudo, a primeras horas de la mañana porque había mucha niebla y toda la hierba estaba bañada de rocío. Al amanecer, ahora todos los días, la hierba aparece empapada por completo en rocío.

Pero al mediodía, ayer igual que hoy, el sol lucía espléndido y el cielo brillaba con un azul intenso. Sobre las chumberas que cubren gran parte de la ladera al norte del Albaicín, la luz del sol restallaba. Como si fuera ya una hermosa tarde de primavera. Y por eso, las chumberas resaltaban con una fuerza especial. Tanto el azul del cielo como el verde de las hojas de las chumberas y el rojo de los frutos de estas plantas. Te muestro una foto para que lo veas.

Verde y rojo
sobre azul intenso
y la tarde quieta
en su silencio.
Como si esperara
que en cualquier momento
aparecieras
del mismo viento.
Lento, horas tras hora,
pasa el tiempo.
Los niños en su mundo
juegan sus juegos
y ni siquiera saben
que es invierno.

8 de enero: se acaba la primera parte del inviernoAquí en Granada y en España hoy se acaban las fiestas de invierno. En tu país, aun no. Terminan justo el día catorce de este mes. Pero en tu país estas fiestas difieren bastante a las de aquí, las nuestras, las de Granada. El día veinticuatro, justo en las Nochebuena, comenzaron las fiestas que te vengo narrando. Siguieron con la Navidad, fin de año y año nuevo. Luego el día de Reyes y por fin ayer la Epifanía. Por eso las fiestas nuestras todas están impregnadas de un fuerte matiz religioso. No es así en tu país.

Y hoy justo comienzan las clases en la universidad, los institutos y los colegios. ¿Recuerdas cuando el año pasado volviste de tu país para comenzar otra vez? También este año hay, de tu país, personas por aquí. Y, lo mismo que tú el curso pasado, se preparan para comenzar las clases. En un día de invierno típico. Porque, al amanecer, como desde hace unos días, la niebla cubre por completo y hace frío. Todo el campus universitario que conoces se ve como perdido entre la espesa niebla. Mejor dicho, no se ve sino que se adivina por el resplandor de las luces. Lo mismo pasa con la ciudad de Granada entera, el barrio del Albaicín y la ladera. Todo como si estuviera envuelto en una densa nube de incienso, con perfume a humedad y a puro invierno. Un espectáculo muy bello que no tiene comparación y solo se explica algo desde el corazón.

Por eso yo, ayer por la tarde, ya hice la última foto en la ladera del barrio viejo. Ya voy a despedir este rincón de Granada para venirme por las calles y plazas del Albaicín y seguí contándote cómo es el invierno por aquí. Y la última foto de la ladera de las cuevas, es también una pequeña flor y la hierba. Las pinceladas vivas y tupidas de colores que van superando el invierno y anunciando a la primavera. Porque todo esto es Granada, entre días de fiestas, nieve, nieblas y la crudeza del invierno.

Rocío en la hierba
al amanecer
de los días de niebla
que nos trae el invierno
por estas tierras.
Silencio trabado
en la densa espera,
cuatro florecillas
vestidas de seda
y la mañana hermosa
que llora y besa.

GRANADA EN INVIRNO DESDE EL ALBAICÍN

9 de enero: entrando al barrio del Albaicín Desde el barrio del Albaicín, por la ladera de las cuevas y ermita de San Miguel Alto, hay dos caminos. Los dos muy claros, conocidos y ahora hasta con escaleras nuevas. El primero ya te lo comentaba hace unos días, es el que sale por la plaza de la Cruz de Piedra. Por él sube ahora mucha gente para ir a las cuevas y a la ermita. Y el segundo camino sale del barrio justo por la Cruz de Rauda. También muy usado pero éste lleva más directamente a las cuevas de las chumberas. Es el lado de la derecha, el que se encuentra más cerca de la muralla que separa de la zona del Sacromonte.

Pues por este camino justo bajo en busca del barrio. Para venirme ya de la ladera y entrar por las calles para explicártelo en estos días de invierno. Y, mientras camino, veo la gran panorámica de esta antigua zona de Granada. En la foto que hoy te regalo puedes verla. Una foto clásica que hacen casi todas las personas que vienen por aquí pero que es necesario que la veas.

Y por el barrio, según voy entrando, me lo encuentro todo solitario. Solo cuatro personas, algunos perros y también gatos que recorren paredes y tejados y tres o cuatro turistas. Ya se han terminado las fiestas y la gente ahora, los habitantes de estas casas y los turistas, se dedican a la realidad de cada día. Por eso por aquí, como te digo, todo se ve muy tranquilo. Como si nadie viviera en ninguna de las casas a pesar de lo limpias y bien cuidadas que se ven. Las puertas todas cerradas y lo mismo las ventanas y ningún ruido humano que rompa el silencio de la tarde. Hace frío, el empedrado de las calles se ve húmedo y el musgo verde entre piedra y piedra. ¿Sabes? Al menos esta parte del Albaicín, ahora en invierno, hay algo que resulta extraño. Quizá la soledad, la humedad, el silencio y el aspecto de abandono, aunque no sea así.

La tarde sola
con viento húmedo
que se deshoja
en la quietud
por la sombra.
Como si no pasaran
pasan las horas
y como si no lo hicieran,
se asoman
al frío invierno
de la tarde sola.

10 de enero: placeta Aljibe de la ViejaLa Placeta “Aljibe de la Vieja”, tú no la conoces. Es un rincón muy pequeño, algo escondido, con dos calles estrechas que llegan por ambos lados. Empedrada, con una farola, un árbol desvencijado, la aljibe al lado norte y, junto a ella, una puerta. Siempre que he pasado por aquí la he visto cerrada. ¿Que quién vive ahí? Es una casa nueva, con tejas, algo de jardín y un jazmín que rebosa desde dentro. Pero el rincón en sí es añejo. ¿Y la aljibe? También pequeña, de ladrillo, dos repisas a los lados y una puerta de hierro.

Así que esto es, a lo grande, esta pequeña plaza. ¿Y sabes dónde se encuentra? Justo dentro del barrio del Albaicín, al norte, pegada un poco a la ladera de las cuevas y donde todo son calles estrechas. Empedradas, muchas y con adoquines, otras. ¿Y el misterio de este rincón? No lo sé. Sólo puedo contarte que, al caer la tarde de este día de enero, por aquí todo es un gran silencio. Azul el cielo, con nubes blancas, un sol muy débil y algo de frío. Es invierno y te lo cuento desde esta vieja placeta. Todo en sí como lleno de misterio y, de fondo, algunos trinos de gorriones y el canto lejano de un mirlo.

¿Sabes? Es que esta tarde ya estoy comenzando a contarte el invierno en Granada, desde otro sitio. Quiero que sepas los silencios, las luces y las sombras de los pequeños rincones de este barrio, tan famoso en el mundo entero. Y no me preguntes qué hay de hermoso, interesante u hondo en este rincón tan claramente solitario. No sabría qué decirte pero quizá sea eso: su soledad, su silencio, la tarde en sí, el frío del invierno y lo distinto que es todo esto entre los demás sitios de Granada.

Solo tres gorriones
cantan
en el aire de la tarde
que se marcha.
Nadie por aquí
se ve ni habla
pero si se escucha atento
en las piedras tan calladas,
se oye allá en lo hondo
una voz que llama.

11 de enero: plaza del Mentidero A tan solo treinta metros de la plaza Aljibe de la Vieja, hay otra también muy pequeña. La plaza del Mentidero. Con dos bancos de madera sujetos al suelo y un árbol algo más grande. No es morera ni tampoco acacia. Detrás del primer banco, el que está más cerca del árbol, hay una puerta, una segunda ya entrando a la calle Aljibe de la Vieja y, por la derecha, la pared de un antiguo patio. A la entrada tiene un arco con una puerta de hierro y dentro crecen muchos árboles. Naranjos, higueras, laureles, cipreses, palmeras… Y, como es invierno, excepto las palmeras, los laureles y los cipreses, todos los demás ya no tienen hojas. Se las ha llevado el otoño que por aquí ha pasado hace poco.

Pero, entre todos los árboles de este patio, el más vistoso ahora mismo es un granado. Sus ramas rebosan por encima de la pared y las granadas, ya sin granos y algo secas, todavía se ven ahí colgadas, color naranja oscuro. Se Parecen a las bolas de los árboles de Navidad. Pero estos frutos tardíos de otoño, aunque se ven hermosos recortados sobre el azul del cielo, chorrean invierno auténtico. Los gorriones que viven por estos rincones del barrio son los verdaderos dueños de este patio, del granado sin hojas y de la tarde. Mientras escribo esto y siento pasar el viento con olor a humedad, me dan compañía.

¿Que por qué te hablo de esta pequeña plaza? Porque aunque en sí tiene poca entidad, es un rincón más entre los muchos ocultos y hermosos de Granada. Muy escondido, eso sí, y alejado de los sitios que visitan los turistas. Por eso casi desconocido. La tarde, mientras sentado en el banco que hay más cerca del árbol escribo, pasa serena. Sin que muestre más señales de invierno que el frío y la humedad que presta la sombra y el verde del musgo en el empedrado. Porque desde hace varios días ni siquiera nubes se ven. De nuevo no llueve. Como si no fuera invierno aunque lo sea.

El granado del patio,
el que rebosa
por la pared de tierra
en el viejo barrio,
parece que estuviera
en el viento clavado.
Las granadas secas
y vacías de granos,
son como farolas
al invierno alumbrando
desde una tarde cualquiera
en este barrio.

12 de enero: los jóvenes del invierno En las esquinas de algunas de las estrechas calles de este lado del barrio, alguien ha ido colgando un papel con un mensaje escrito. Al pasar por aquí, me lo he encontrado. Me paro y leo: “Busco estufa vieja de leña”. ¿Te sorprende como a mí? Pero yo, sin saber mucho, intuyo algo. Y lo que pienso es que, como hace frío, jóvenes universitarios han sido los autores de este mensaje. Porque ¿sabes? Muchas de las viejas casas de este Albaicín añejo están ocupadas por ellos.

A los estudiantes universitarios extranjeros les gusta mucho Granada. Y, de esta ciudad, sobre todo les gustan las casas de este barrio. En general, toda la zona de este lado de la ciudad. Por eso, en esta época de invierno, la mayoría de las casas que hay por aquí habitadas, lo están por universitarios extranjeros. Les encanta a ellos vivir en estas casas y no en pisos. Pero en estas casas, en estos días, hace frío. Necesitan una estufa aunque sea vieja y de leña para calentarse. Y también porque esto para ellos es muy romántico.

Porque fíjate: en las cuevas de la ladera, viven jóvenes que tienen unas características muy concretas. Quizá posean menos dinero, no les gusta tanto la cultura y sí vivir en libertad y un poco al margen del resto de la sociedad. Y en muchas de las casas de esta zona del barrio viejo, viven jóvenes que quizá sí tengan algo más de dinero y sean más amantes de la cultura. Pero tanto aquellos como estos, son una parte muy esencial del invierno en Granada. Porque en verano, por aquí las cosas son de otro modo.

Muchas de las casas
del barrio viejo,
se ven cerradas
al caer las tardes
y las mañanas.
¿Quién vive dentro?
En algunas, jóvenes,
en otras, silencio,
calles empedradas
y húmedo invierno
que de puntilla pasa.

13 de enero: placeta de los Castillas Desde la Aljibe de la Vieja, una calle estrecha, avanza hacia el centro. Llega enseguida a lo que es como un cuadrado perfecto. Hay un nombre en un azulejo donde se puede leer: “Placeta de la Vieja”. Pero también es tan poca cosa que sigo y, en solo unos metros, llego a otro rincón algo más grande. ¿Su nombre? “Plaza de los Castillas”. Rincón amplio, con cinco árboles y estos sí son acacias y ningún asiento. No es cuadrada ni alargada esta plaza y a ella desembocan cuatro calles. Una tan estrecha y corta que hasta el nombre le queda grande: Fátima. Y justo por donde llega esta calle, lado de arriba de la plaza, una casa muy vieja. Tanto que todas sus paredes se ven desconchadas y las maderas de las ventanas casi podridas. Tiene un balcón y se ve ropa tendida. Aquí viven estudiantes.

¿Que por qué hay tantos coches en esta plaza? No lejos, algo más abajo, hay un restaurante para turistas. Algunos dejan aquí sus coches y otros son de las personas que ocupan las casas de este barrio. Una pena porque el rincón en sí pierde todo su encanto con tanto coche. Ni siquiera hay tranquilidad aunque sí desde aquí se ve un espacio grande. Al frente y al lado de abajo, el gran cerro que corona por donde la Silla del Moro. Queda al otro lado del río Darro y por encima del Generalife. Por la izquierda se ve la ladera de las cuevas y la ermita que corona. Y luego, esta tarde, otra vez azul el cielo, sin nada de viento ni tampoco frío. Anoche llovió algo y puede que también llueva un poco mañana.

La segunda calle pequeña que sale de esta plaza, muy cerca de la que te decía antes, se llama Dos de Mayo. También mucho nombre para solo unos metros de calle. Pero, avanzando por ella, se llega a la calle más importante del Albaicín. Y, como por esta calle sí pasan muchos coches, todo el ruido llega a la plaza. Por eso hay por aquí tan poca paz. Sin embargo, por los tejados de las casas, cantan algunos tordos y se ven pequeñas bandadas de gorriones. El sol reluce sobre las tejas y las desnudas ramas de los árboles. El otoño los ha dejado sin hojas y ahora parecen esqueletos frente al invierno que ni se va ni llega. Como si nada fuera serio aunque lo sea.

El invierno por aquí
casi no tiene donde
pararse a vivir.
Las calles son tan chicas
y las plazas tan en sí
recogidas
que nada más que el tiempo
parece pasar si ir.

14 de enero: placeta del Conde Desde la placeta de la Vieja sube una pequeña calle, Su nombre es Cuestecilla. Y, para recorrerla cómodo, han trazado escaleras, con el mismo empedrado que hay por todas estas calles. Al final y a la izquierda, dos grandes pinos, en el patio de otro carmen grande y bonito. Se llega a la calle Estrella y, al final, se abre la placeta del Conde. Es aun más pequeña que la de la Vieja. Al principio, según se llega, es como un trozo de calle ancha. Al lado izquierdo se ve una gran casa, cerrada pero las plantas del patio rebosan por lo alto de la pared. En un azulejo que tiene puesto en la entrada puedo leer: Alquer-Razín, placeta del Conde. Quizá sea este el nombre de los primeros dueños de esta casa, con aspecto de noble. En otros tiempos, en este barrio Albaicín vivieron muchas personas importantes. Ésta, en concreto, es tan grande que coge casi todo el lado izquierdo de la calle Estrella. Tiene ventanas bajas con rejas y balcones también enrejados.

La placeta en sí tiene un empedrado muy fino y bello. Hace juego con el de la calle Estrella. Por el lado de arriba, otra fachada con una puerta de madera cerrada. Las ventanas tienen rejas de hierro pintadas en negro. Lo mismo que el balcón del lado izquierdo. En la pared, como un macetón color ladrillo pero es una hornacina. Dentro y en la parte de arriba y protegida por un cristal, la imagen de la Virgen. Tampoco sé quién vive aquí. La puerta de esta vivienda está cerrada y lo mismo las ventanas. En todo el recinto de la plaza solo hay silencio, musgo húmedo entre los espacios del empedrado y la sombra de la tarde. Una densa sombra y la humedad toda color de invierno y como agazapada en espera de algo importante.

Y esta tarde sí que hay nubes en el cielo que tienen mucha pinta de lluvia. Quizá esta misma noche llueva y caiga una buena nevada en las cumbres de las altas sierras. ¿Cómo será este tan pequeño y original rincón de Granada en una tarde, noche o mañana de lluvia? ¿Cómo será el invierno por aquí? Me gustaría conocerlo más a fondo y el directo para contártelo.

Sin preguntarme,
la tarde se nubla,
se llena de sombras
frías y húmedas
y parecen que traen
lluvia.
Es pequeña la tarde,
como esta plaza chica
y, como se cuelga del cielo
muda, muda,
es hermosa a so modo
y profunda.

15 de enero: plaza de la Cruz de Piedra Desde la pequeña placeta del Conde sube otra callejuela. Muy bien empedrada y protegida por hermosas casas a los lados. Se le conoce con el nombre de Callejón del Conde. Por la izquierda va quedando otra que se llama de San Luís Alto. Se llega enseguida a una nueva placeta, la de Luque, y solo tres metros más adelante se encuentra con la famosa calle de San Luís. La que va, por entre la ladera de las cuevas y el barrio Albaicín hasta las laderas del Sacromonte. Recorriendo esta calle, en su primer tramo y lado alto, se ve al fondo Sierra Nevada.

Donde se junta la calle San Gregorio Alto con el comienzo de calle San Luís, se encuentro la plaza de la Cruz de Piedra. Es algo más grande que las que han ido quedando atrás pero no más bella. Sin embargo, tiene su encanto. Justo en el centro se levanta la conocida cruz, sobre un pedestal de piedra y mármol. Al frente sigue la calle San Gregorio y, a solo unos metros, se encuentra el arco, puerta en la vieja muralla. Al pasarlo, aparecen las primeras casas de un barrio moderno, Haza Grande. Y, a la derecha de la calle con este arco, comienzan las escaleras que llevan a las cuevas de la ladera.

¿El invierno por aquí? Esta misma tarde la lluvia cae y por eso, todo el empedrado, chorrea agua clara. No hay árboles en esta plaza ni casas con patios con higueras o granados. Solo un carmen, el de la Cruz de Piedra, que sí es antiguo y bonito. Se le ve restaurado pro sus paredes son de ladrillos, con puertas y ventanas de madera. La explanada de la puerta es justo el comienzo de la calle San Luís.

Y, por lo que he dicho, que esta plaza es comienzo de cuatro calles importantes, es por lo que hay por aquí también mucho bullicio. En esta tarde de lluvia no para de pasar gente. Algunos suben a la ladera de las cuevas, otros van para Haza Grande, por la calle San Luís tiran otros y algunos más caminan calle abajo en busca del centro del barrio. Esta plaza se sitúa en la parte alta del Albaicín y por eso ya, ponen punto y final a las construcciones antiguas y abre puerta a las casas más modernas.

Llovió anoche
durante rato
y, luego esta mañana,
a chaparrones largos.
Llueve ahora mismo
despacio
y no hace frío,
parece llegado
el invierno amigo
tan esperado.

16 de enero: flores de invierno Dentro de este antiguo barrio, original y bello, en cualquier época del año, se ven cosas interesantes. Tranquilidad y silencio en sus estrechas calles, por cualquier sitio. Y fresco y sombras, tanto ahora como en verano. Pero en invierno hay colores y olores que asombra mucho. ¿Colores de invierno? Quizá tampoco los conozcas pero existen y son interesantes y bellos, muy bellos.

Conforme va uno andando por cualquiera de las angostas calles, constantemente salen al paso macetas en las ventanas y balcones. Algunas de cerámica granadina y otras solo de barro pintado, donde crecen plantas con todo tipo de flores. Rojas, amarillas, blancas, azules, moradas… Colores frescos y puros que resaltan contra el blanco de la cal en las paredes o el azul intenso del cielo en las tardes o mañana del invierno. Y, cuando llueve o se cubre el cielo con nubes espesas, las flores de las macetas en los balcones o ventanas, lucen más que en otros momentos. ¿Que cómo es posible que haya tantas flores en los rincones, plazas y calles, de Granada y justo en los meses de invierno?

Tú conoces solo un poco la realidad que estoy contando. Porque para descubrirla bien hay que echarse a caminar por un lado y otro de este barrio. Sin rutas, sin buscar nada, solo con el deseo de ir descubriendo y pararse para contemplar. Por eso quiero decirte que el invierno en Granada y, más concreto en este barrio, tiene colore y olores mágicos. Sorprenden y gustan mucho. Porque es como si muchas personas de las que por aquí viven se tomaran interés en vestir de colores el invierno. Como si pretendieran hacer la vida más grata.

Llueve en invierno
en las ventanas
de calles estrechas
y empedradas.
Caricias de la vida
que en las mañanas
se mecen en el viento
alegrando al alma.

17 de enero: plaza de San Bartolomé


Esta tarde, sí llueve. Y hace frío y viento y las nubes son muy negras. Una tarde de auténtico invierno. Y, esta plaza, la que se conoce con el nombre de San Bartolomé, es hermosa con la lluvia que cae. Sobre el empedrado, el mismo y típico en todo este barrio, las gotas de lluvia se quiebran y el agua corre en busca de un charco, arroyo, un río… Y, mientras la lluvia cae, hay que oírlos para creérselo, cantan un par de mirlos. También un cernícalo y un mochuelo en la torre de la iglesia que hay al lado de abajo. Como si se alegraran conmigo de la lluvia que cae y de la hermosa tarde de invierno. ¡Qué espectáculo!

Pero esta plaza, al lado de arriba del Albaicín llano, es hermosa por sí misma. Tiene forma rectangular, toda empedrada y con una gran cruz de piedra en el centro. Y las casas de los lados más largos tienen muchas flores. De los balcones y ventanas cuelgan las macetas, estas sí, de cerámica granadina. Y también los platos que decoran en la pared, entre maceta y maceta. También hay flores y un par de árboles en el lado alto de los dos más largos de la plaza. Es un rectángulo más pequeño, delimitado por gruesas paredes de ladillos viejos. Como un patio chico donde los vecinos de algunas de estas casas, en los días de sol, ponen sillas y mesas y organizas sus tertulias. La iglesia queda al frente, en el lado de abajo, unos de los dos pequeños de la plaza.

¿Que cómo se ve Granada con la lluvia que ahora mismo cae? La imagino, porque desde aquí no la veo, extendida en la llanura de la vega, como arropada por la bruma, la lluvia cayendo sobre ella y acariciada por algún rayo de sol. Porque, de vez en cuando, las nubes se abren y se ve el cielo y sale el sol. Pero sí, Granada y sus barrios y este del Albaicín, tienen esta tarde un color muy especial. Es como si se recogiera en sí misma, bajo una fina sábana de bruma y lluvia y se durmiera. Tendrías que verla para que se te llenara el corazón del asombro y gozo que hay ahora mismo en el mío.

Cuando la lluvia cae,
como en esta tarde,
sí parece invierno
a lo grande.
Y si además el frío
llena las calles
de este barrio chico,
hasta el viento sabe
a miel un poquito
y a eternidad suave.

18 de enero: el rocío del invierno

En la hierba de la ladera de las cuevas, ahora cada mañana, hay mucho rocío. También en las umbrías y praderas del Cortijo de la Viña. Y por las orillas del río Darro, por los bosques de la Alhambra y el Generalife y por todas las calles de este viejo barrio. El musgo crece entre las piedras de cada una de las calles y, en este verde tapiz, el rocío aparece cada mañana. Algo así como si, durante la noche, muchos duendes venidos de los bosques o de lejanas montañas, se entretuviera en regar cada hoja de musgo y cada tallo de hierba. Porque esto forma parte del invierno en Granada.

Por eso ahora, cada mañana, a primera hora hace frío y huele todo a húmedo. Por las chimeneas de las casas, muchas y algunas muy bonitas, se ve salir el humo en pequeñas hebras blancas. Y en la parte del barrio donde más se ve esto es en el lado alto. La zona llana que hay entre la Cuesta del Chapiz y Haza Grande y plaza Larga y la iglesia del Salvador. Todo el barrio que hay en esta extensión se encuentra en terreno llano. Y por eso se le conoce con el nombre de Albaicín Alto. Justo por donde las calles son más estrechas, las casas tienen balcones con flores y hay muchas plazas pequeñas. También en este trozo de barrio hay bastantes iglesias. Al menos cinco son verdaderamente importantes: el Salvador, San Nicolás, San Bartolomé, San Cristóbal y San Luís.

Y, una de las cosas hermosas que ahora cada mañana también se ve por aquí, es precisamente la silueta de estos monumentos. Sobre todo la iglesia de San Cristóbal. Porque se alza justo en lo más elevado del cerro y por eso emerge y se le descubre desde cualquier calle o plaza del barrio. Y como ya el invierno sí se ha llevado por delante las hojas de los árboles, de algunos de los caquis cuelgan los frutos. Brillantes y desnudos y llenos de rocío y frío de invierno. Estampas propias de esta época del año y con sus vivos colores y sus fantásticas imágenes. Tiene tantos matices el invierno en Granada que cada día todo parece nuevo.

Rocío en la hierba,
en los tejados
y en las piedras,
del viejo barrio
entre laderas.

Silencio y perfume
en mañanas tiernas
de invierno húmedo
que abraza y besa.
Eternidad cristalina
bañando la Tierra.

19 de enero: un pequeño libro inédito El invierno en Granada, y más concretamente en los rincones de este barrio bello, es como un libro inédito. Como un libro de sencilla portada que, al abrirlo cada día, cada mañana, encuentras dentro lo más sorprendente y todo inédito, en cada página. ¿Que cómo sé yo esto y cómo lo explico? No hay que recurrir ni a grandes discursos ni a hermosas o sonoras palabras. Lo estoy palpando a cada instante, en cada calle o plaza de este barrio.

Por ejemplo: ayer por la tarde, cuando ya se ponía en sol, me senté en unos de los rincones de este trozo de Granada. En una plaza estrecha, solitaria, silenciosa, empedrada y con olor a musgo. Y miré al frente y vi un cielo azul intenso, coronando y arropando a todas las casas de este barrio. Más cerca de mí, las paredes blancas de las casas y de los patios. Se oía el canto de un mirlo y, lo demás, todo era calma. Pero, desde uno de los patios y rebosando por el tejado, vi una hermosa planta. Una buganvilla toda convertida en flores. Color de otoño con pequeños matices de invierno.

Nadie me dijo nada ni yo tampoco esperé demasiado. Pero sí caí en la cuenta de los huertos y patios que hay, casi en cada casa, de este viejo barrio. Patios y huertos todos repletos de plantas y flores, por donde el invierno resbala. Donde la vida y el tiempo y la luz y el viento se encuentran como en un sencillo libro inédito. Un libro con tapas humildes pero con un contenido sorprendente. El invierno y sus colores en los patios y las plantas con flores. Un libro llano pero muy hermoso por dentro.

La tarde pasa
como del viento
llevada
y como ajena a todo
y callada.
Pero la tarde en sí
guarda
un pequeño secreto.
Lo sabe el alma
que se abraza a la tarde
que en silencio pasa.

20 de enero: placeta Carniceros

La placeta Carniceros se encuentra justo al comienzo de la calle Pages. Nada más empezar a bajar por esta calle, dirección a la iglesia del Salvador a la derecha, queda. De forma rectangular, no del todo, empedrada, con ocho bancos de piedra y una fuente en el centro. En los dos lados grandes, hay tres y cuatro naranjos y, en uno de los chicos, dos. De las ramas de estos árboles cuelgan las naranjas que el invierno por aquí ha madurado y, las hojas que las arropan, están muy verdes.

Hoy es domingo veinte de enero. Ni hay nubes ni hace viento ni tampoco la tarde es fría. Primavera adelantada parece más que un día de enero. No se ven más señales de invierno, en este rincón del Albaicín, que el musgo entre las piedrecitas del empedrado y el color de las naranjas. Quizá también la ausencia de personas. Porque nadie hay por aquí ahora mismo. Solo algún que otro turista que camina por la calle Pages dirección al centro. Pero, en los asientos de la plaza, nadie descansa. Solo tres gorriones que, a ratos, saltan y levantan vuelo y vuelven y otra vez se van para posarse en los tejados.

Puede que ni apetezca mucho sentarse aquí. Ya te he dicho que por uno de los lados de la plaza, pasa la calle más importante del barrio del Albaicín. Y por ella sí circulan los coches en las dos direcciones. Y, tanto estos coches como las motos y los que van y vienen con sus perros, llenan de ruidos y enturbian la paz de la tarde y del rincón. Y como la tarde en sí es templada, con mucha luz azul, a las personas parece que nos les apetece quedarse por aquí. No llueve y esto preocupa. Parece que éste no es un invierno como los de otros años.

Pero lloverá, mañana o pasado o el otro y, este rincón, también se llenará de invierno. Quizá más de lo que el otro día vi por aquí, cuando había nieblas y la humedad se esparcía por el empedrado. De las naranjas colgaban pequeñas gotas de agua y la lluvia relucía resbalando tronco abajo. Sí, ya lo estás comprobando: el invierno en Granada, tiene sus momentos. Y, a veces, aunque no parezca que sea invierno como pasa ahora mismo, no es del todo cierto. Pero dejo escrito estas cosas y te regalo lo que me gustaría que fuera y no es en este momento.

Tres naranjos,
con su fruta roja,
clavan sus raíces
en la plaza sola.
A nadie esperan,
solo de sus hojas
la tarde cuelga.
Soledad amapola
y el sol como dueño
de la plaza sola.


Invierno-2

El invierno en Granada-2
21 de enero: el Albaicín desde el alma, en invierno

¿Islas en el corazón del barrio del Albaicín? ¿De qué y para qué? Pues sí, y con un valor que con nada se pueden comparar. ¿Que cómo son, dónde se encuentran y de qué modo es posible verlas? Te lo explico a mi manera.

Cada placeta en este barrio, cada calle, cada espacio en la entrada de los cármenes, balcones y ventanas, son mucho más de lo que se puede ver con los ojos de la cara. Y, sobre todo, cada balcón decorado con macetas, cada huerto y cada azotea o terraza. Porque, tras el verde de las plantas y más allá de los colores de las flores, hay un espacio de sueños revestido de una belleza mágica. Como si estuviera preparada para que cada una de las personas que viven en estas casas puedan asomarse a los valles de su propia alma.


Tú no viste nunca esto pero yo sí. Y, además, lo intuyo y sueño cada noche y, al caminar por las calles de este barrio, lo descubro por todos lados. Y hasta me veo asomado, en las tardes y mañanas, por entre las macetas que decoran calles y plazas, buscando la presencia del invierno. Y es fantástico. Mirar desde la pequeña isla que se esconde en las macetas de balcones y ventanas, es fabuloso. A veces, se ve a lo lejos las cumbres de Sierra Nevada, la Alhambra expectante en su colina, la ciudad entera de Granada y este barrio como vigilándola. A veces se ve el azul del cielo y otras las nubes blancas y la lluvia y las nieblas y el invierno como oculto entre la humedad y los olores del musgo. A veces se ve todo esto y se intuye y se palpa, con el corazón, con el espíritu, con el alma, el espacio de sueño que te digo.

Como si dentro,
más allá de la cara
que muestra el invierno
o la fría mañana,
hubiera una isla
mágica.
Un mundo secreto
que gusta y llama
y que no tiene nombre.
Es el alma
de la luz y el silencio
que grita y calla.

22 de enero: universitarios en el invierno de Granada

Al comienzo del otoño, llegan los universitarios. Ya sabes: algunos son de Granada mismo, de la provincia, de Andalucía, de España y de muchos partes del mundo. Del norte, sur, este y oeste. Hasta del país blanco que tanto por aquí has proclamado.

Por eso, al comienzo del otoño, en Granada entera y en el barrio del Albaicín, ya se anima el invierno. No por las lluvias o las nubes o las fiestas o las nieves en las cumbres de Sierra Nevada. Aunque también por todo esto. Pero muy significativamente por la llegada de los universitarios.

¿Que si traen ellos algo de bueno a la ciudad y a este barrio del Albaicín? Claro que sí. Y no solo algo sino mucho y todo repleto de juventud y frescura. Por ejemplo: en la segunda plaza, a la derecha de la calle más importante del barrio, la que se le conoce con el nombre de Pages, hay un patio con muchas flores. Y, en este lugar, a lo largo del año y sobre todo ahora en invierno, los universitarios celebran fiestas. Ponen música, banderitas de colores, algunos globos y barras con bebidas y ríen y bailan. Así que esta plaza, la que también se le conoce con el bonito nombre de Fátima, se llena de vida un poco más ahora en invierno. Como si se contagiara de las fiestas y bailes que, a lo largo del curso, organizan los universitarios por muchos rincones de Granada.

Y esta tarde, invierno total porque estamos en pleno enero, en el patio de las flores que hay en la plaza Fátima, se celebra una fiesta. A lo pequeño porque por este barrio nada es grande aunque sí todo muy bello. Ya lo he dicho muchas veces. Sin embargo, la tarde de hoy, aunque llena de colores, música y alegría por la juventud de estos universitarios, otra vez no parece invierno. Solo un poco por las nieves que blanquean en las cumbres de Sierra Nevad y por las ramas de los árboles desnudas de hojas. ¿Sabes? Yo pienso que todo sería mucho más completo si hiciera frío y lloviera. A los universitarios, a Granada y al barrio del Albaicín, también les gustaría que el invierno fuera más auténtico.

Por la plaza
del musgo en las piedras
y la fuente sin agua,
tres gorriones libres,
saltan.
Por la tarde
de las sombras claras
y un silencio tan hondo
que habla,
lo más importante,
falta.

23 de enero: plaza de Aliatar

La siguiente y última plaza a los lados de la calle Pages según se baja, es la de Aliatar. La más grande de todas, también rectangular, algo parecida a plaza Larga, empedrada, con asientos a los lados, una fuente y árboles. Se ve, desde esta plaza, toda la ladera de las cuevas, las cumbres de Sierra Nevada, la torre de la iglesia del Salvador y la altura por donde se encuentra el mirador de San Nicolás. ¿A que te suena? Como bien sabes este mirador es a donde acuden muchos de los turistas que visitan Granada y el barrio del Albaicín.

Y también pasa casi igual, con esta plaza de Aliatar. Sobre todo en verano y en estos azules días de invierno. Los turistas, sino todos sí muchos, a la hora de la comida, se concentran en este lugar. Dos o tres restaurantes, al lado de la izquierda, ponen mesas por todo el recinto de la plaza. En ellas se sientan estos turistas y aquí, al aire libre y acompañados por el entorno de las casas del barrio, comen o beben o simplemente toman sus tapas mientras charlan. Es precisamente esta plaza el recinto donde más turistas se concentran. Porque este bonito lugar, junto con plaza Larga, parece que también es lo más atractivo de todo el barrio. Aunque yo creo que no es así del todo.

¿Y ahora, en estos días de invierno? Esta tarde mismo, me la encuentro solitaria. En cuanto pasa la hora de la comida del mediodía, los turistas se marchan y solo queda por aquí los bancos, la fuente, los árboles sin hojas, algunos gorriones y poco más. Y sin duda que verla así agrada mucho más que cuando está atestada de personas. Por eso, esta tarde, por aquí me quedo un rato y respiro el aire, el silencio, el azul del cielo y el paso imperceptible del invierno. Tampoco hoy lo parece a pesar de que ya queda poco para que termine el mes de enero.

A veces me pregunto
el por qué tanta ausencia
en todas estas calles
aunque estén tan llenas.
Y huele a fresco el musgo
por entre las piedras,
el sol brilla purísimo,
el aire amigo besa
mas la tarde toda en sí
es ausencia.

24 de enero: plaza del Salvador A solo veinte metros de la plaza Aliatar, se encuentra la del Salvador. Última plaza por este lado del barrio del Albaicín. Se recoge entre cadenas, empedrada, tres bancos, un magnolio enano y en pequeño estrado. Tres escalones tiene esta plataforma que sirven para acercarse a la puerta de la iglesia. La que da paso al interior del templo del Salvador. ¿Sabías tú que esta iglesia es la más importante del barrio? Pues es cierto. Es la principal iglesia y también se alza justo en el centro del Albaicín Alto. Por eso aquí mismo termina la calle Pages y también la de la Cuesta del Chapiz.

¿Que si en esta plaza hay algo importante que no haya en las otras? Las casas que rodean, al frente de la puerta de la iglesia y las de la izquierda, ni siquiera parecen significativas. Algunas puertas y ventanas, cerradas, sin flores, sin azulejos, sin adornos… Parace que en ninguna de estas casa vive nadie y sin embargo se les ve limpias. ¿Están ocupadas por estudiantes universitarios? Creo que sí porque esta zona es muy atractiva para ellos. Aunque no sea bonita, como se encuentra casi en el centro, es muy cómodo acceder a este lugar. Ahora mismo, mientras la tarde cae, no deja de pasar gente, autobuses, coches, motos, bicicletas…

Y sin embargo, desde esta plaza no se ve Sierra Nevada. Sí se distingue con claridad la ladera de las cuevas y la ermita que corona al cerro. El sol de la tarde le da de lleno y, tanto las paredes de la ermita como la hierba en la ladera, brillan con fuerza. Lo mismo las chumberas y el musgo en el empedrado de la plaza. Como si no fuera invierno, un día más, y otro día menos en el mes de enero. Tan buen tiempo hace que hasta a los estudiantes universitarios ya se les oye comentar sus deseos de ir a la playa. Sobre todo, aquellos venidos de los países del este. Por allí, sí tienen ellos un recio invierno y no como este año nosotros por aquí.

A enero le queda
solo cuatro días.
Dos mañanas de niebla,
una tarde de lluvia
y un poco de hierba
es el invierno
que por aquí deja.
Y sin embargo con él
sí se lleva
lo que pudo ser invierno
y está siendo primavera.

25 de enero: paisajes en el corazón El Albaicín, en su parte alta, en lo que es zona llana entre la ladera de las cuevas y el mirador de San Nicolás, es algo más que un barrio antiguo. Según lo voy recorriendo, cada noche lo sueño y cada mañana lo veo más como un paisaje dentro del corazón. Y aun más lo veo como un puzzle que hay que ir completando, para darle forma a este paisaje.

Porque eso es lo que son cada plaza pequeña, cada calle, cada rincón, que en estos días he ido pisando. Cada trozo de estos es una pieza del puzzle que conforma el hermoso paisaje del Albaicín Alto. Y el corazón lo sabe. Mucho más que los ojos que lo miran y más aun que las hojas de papel que lo explican. Por eso este barrio y, muy concretamente el Albaicín Alto, se recoge tanto en sí. Como si cada metro y cada tarde y mañana y al mediodía, fuera un pequeño intento de meterse más en el corazón de sí mismo. De este modo es como lo sueño cada noche y así es como lo veo y hasta lo gusto en mi interior. Como un paisaje sincero y único que solo aspira a ser auténtico. A ser él mismo y lo más hondo posible en el corazón, que es donde tiene su propia esencia.

Y esto que digo, me lo confirma una vez más, la recogida plaza Charca. Un paisaje más, hermoso y mudo, en el conjunto del puzzle que estoy describiendo. Se llega a esta plaza, desde la iglesia del Salvador, siguiendo la calle que hay por detrás. Y la plaza en sí es un cuadrado casi perfecto, recogido en sí, con una tienda de alimentos naturales y un restaurante. En el lado de abajo, crece un árbol centenario. Hermoso como pocos en este barrio y por eso lo han recogido dentro de un alcorque metálico. Y, en todo los demás, la misma serenidad y misterio que he dicho antes. Y, en esta tarde de enero casi verano, como si todo por aquí estuviera preparado para engrandecer un poco más el paisaje que decía antes.

En el corazón cabe,
además de sueños
y las caricias del aire,
el misterio de este barrio,
el sol, la tarde…
Y un sentimiento puro
tan amable
que en sí lo es todo
hecho paisajes.

26 de enero: plaza Larga
Fue, en otros tiempos, el mismo centro de este barrio. La parte que cae en el llano y se le conoce por el Albaicín Alto. Ahora sigue siendo centro aunque no tanto. Todo ha cambiado un poco y, como hay más rincones parecidos a éste, se ha quedado casi en uno de los lados. Más cerca de la muralla y del mirador de San Nicolás. Pero aun así no ha perdido su importancia ni en cuanto al lugar que ocupa ni a su utilidad ni a su interés para los turistas.

Casi todos los que se acercan a este barrio pasan por esta plaza. O al principio, si suben por la Cuesta Alhacaba o al final, si llegan por otro lado. Y muchas de estas personas acaban sentándose en las mesas que los restaurantes ponen aquí. A la hora de la comida al mediodía, como en la plaza de Aliatar, son muchas las personas que se sientan aquí para comer. Y claro que se come con otro ánimo, sentado en un marco como éste. Por eso hay por el lugar, casi siempre, mucha gente. Sobre todo los fines de semana, en verano y en la época de vacaciones.

La forma de esta plaza es por completo rectangular. Su empedrado es el típico granadino con ladrillos de canto. Cuatro bancos tiene en cada lado y, entre cada uno de ellos, un árbol viejo. Y no hay más. Solo las mesas y las sillas que ponen los restaurantes, las personas que pasan, los niños que juegan, los gorriones que corresponden a esta plaza y la tarde de este día de invierno. Hoy con un poco de frío, sin nubes como en los días pasados y azul el cielo. Tampoco es invierno aunque lo sea.

¿Sabes lo que quisiera
para que la tarde
no fuera
tan soslayada y gris
aunque sin niebla?
Que fuera cierto
mi sueño color de hierba
y que un ángel azul
viniera.
¡Es tanto lo que sobra y falta
en la tarde bella!

1- Desde el Mirador de San Nicolás

Es el balcón de Granada. Desde donde se ve, sino toda la ciudad, sí lo más interesante. La Alhambra al frente, sobre la colina vestida de bosque, la umbría del río Darro, toda tapizada de árboles, el río en sí y el Paseo de los Tristes. A la derecha y por encima de la Alhambra, el Generalife y las cumbres y llanuras de las Mimbres. Y, ya de fondo y a lo lejos, las altas montañas de Sierra Nevada. Este es el cuadro central que se ve desde el Mirador de San Nicolás. Y, aunque en cualquier época del año siempre es el mismo, tiene matices diferentes según sea otoño, invierno o verano.

Pero el cuadro se completa con los paisajes que rebosan por los lados. Desde el mismo mirador, caen las casas para el río Darro. Calles estrechas y empedradas y pequeñas plazas que van configurando el Albaicín Bajo. No se ve todo desde este mirador pero sí mucho y quizá lo mejor. Porque a la derecha y bajando por la ladera hacia Plaza Nueva, el cuadro que se abre es fantástico. Tejados de casas viejas y bellas, calles muy estrechas, jardines y patios ajardinados y así hasta llegar a Plaza Nueva. Río Darro otra vez y comienzo de los bosques de la Alhambra. Y, a partir de aquí, ya se ve toda la ciudad de Granada derramada sobre las tierras llanas de la Vega. Una extensión muy grande que van completando el gran cuadro que se ve desde este mirador.

Y, en las tardes o mañanas del invierno, contemplar este cuadro desde el Mirador de San Nicolás, es una experiencia única. Porque la bruma, la sombra de las nubes, la lluvia, la niebla o los rayos del sol, siempre prestan un matiz casi irreal. Granada y todos estos rincones que he dicho, desde el mirador y en invierno, es como un sueño que hiere y acaricia y a veces hace llorar con la dulzura de un beso.

Quizá por todo esto y por algo más que resulta difícil describir con palabras, es por lo viene a este sitio tanta gente. A todas horas y casi todos los días del año. Turistas extranjeros, españoles o granadinos. Como si fuera cierto que recorrer Granada y no observarla desde el Mirador de San Nicolás, es perderse lo mejor. Y lo creo. Es un cuadro único el que desde aquí se ve y, en las tardes o mañanas de invierno, sin comparación con ninguna otra cosa en este mundo.

Las personas que vienen a este lugar, a veces, se sientan y observan sin prisa. Dejando que pase la mañana, el mediodía, la tarde… descubriendo lentamente cada trozo y matiz del cuadro que desde aquí se ve. Y, ahora en invierno, cuando las nubes revolotean sobre la lejanía de las cumbres nevadas y sobre la colina de la alhambra, las personas se quedan embelesadas. Mirando y mirando como si quieran penetrar cada pincelada de belleza que el grandioso cuadro les brinda. Y esto es algo muy interesante. Porque Granada entera y mucho más este mirador de San Nicolás, merece ser observada y meditada serenamente y sin prisas.

Y esto es lo que, en estas frías tardes de invierno, hago. Me vengo a este lugar y sin prisa, por aquí me quedo mirando. A los árboles que por estos días han podado, a los turistas que llegan y hace fotos, a los paisajes llenos de los más extraños tonos y a la ciudad extendida en la Vega. Y espero, como otras muchas personas, a que se ponga el sol. Porque además de todo lo dicho, las puestas de sol desde este mirador, sí son realmente únicas. Llenas de unos colores que no tienen igual y más cuando en el cielo hay nubes. Por eso lo he dicho y lo repito: las puestas de sol de Granada son bellas como en ningún otro lugar del mundo. Pero las puestas de sol, observadas desde el Mirador de San Nicolás, son pura fantasía. Tan espectaculares que merece la pena perder el tiempo mirando y meditando el más bello de todos los cuadros jamás pintado por humano.

2- Romería al Sacromonte, fiesta de invierno

En el primer domingo de febrero es cuando tiene lugar esta fiesta. San Cecilio es el copatrón de Granada y, en su honor, todos los años hay una romería a la Abadía del Sacromente. Edificio sobre las laderas del río Darro, cara al sol del mediodía y por donde no hay casa ni caminos.

De uno de los cuadernos del Anciano del cortijo del Laurel, amigo de la niña del Cortijo de la Viña y mío, rescato y pongo aquí lo que él escribió, hace unos años, de esta fiesta de inverno en Granada:

“Desde la ermita de San Miguel Alto, a media altura entre el río y la cumbre del cerro, va una vereda hasta la misma Abadía del Sacromonte. Ayer fue San Cecilio aquí en Granada, patrón de esta ciudad y la gente lo celebró. Como todos los años por estas fechas las personas que viven en esta ciudad celebran esta, para ellos, bonita fiesta. Y lo celebran a su modo como pasa en casi todas las ciudades y pueblos del mundo. Es para ellos esta fiesta como una romería un poco distinta a como son las romerías en otros sitios. Porque lo que hacen es irse andando al rincón de la Abadía del Sacromonte y por ahí se pasan el día comiendo tortillas, habas verdes, tortas grandes que por aquí le llaman “Jayuyas”, roscos de vino o de garbanzos y otras cosas más o menos típicas de estos lugares. Montan un tablao flamenco por debajo de la vieja abadía y durante la mañana ahí bailan grupos de muchachas jóvenes y en otros rincones, como en el barranco de los Negros, hay cante flamenco, paella y estas cosas. Lo propio de estas romerías en los pueblos y ciudades. Es como un día de campo aprovechando que por estas fechas ya la naturaleza está verde y como por esta zona hay pinares, encinares, tomillares y otra vegetación, gozan de las bellezas naturales al tiempo que se pasan un bonito día en contacto con la naturaleza entre los amigos o familiares.

Sinombre y yo ayer fuimos a dar una vuelta por el rincón, que ya conocemos, pero no con el ambiente de estas fiestas. Entramos siguiendo el trazado de la Verea de En medio que va desde el barrio del Albaicín y se mete hasta los barrancos de los Naranjos y los Negros por donde las cuevas y los tablaos flamencos. La gente subía por el camino del Sacromonte, por esta Verea de En medio y otras calles. Todos los caminos y calles se veían atestadas de personas camino del rincón de la Abadía. Bebimos en la fuente de la Amapola que ya conoces porque te lo hemos dicho otras veces y seguimos por este trazado un poco más. Cruzamos un primer barranco y en el segundo nos venimos hondonada arriba siguiendo un camino empedrado que por ahí han arreglado y entramos a un recinto especial. En un pequeño folleto que nos dieron al entrar al pudimos leer: “El Centro de Interpretación del Sacromonte es un instrumento para dar a conocer la cultura, la naturaleza y la historia de este singular barrio. En él hay un Museo Etnográfico en el que se recrea la vida en las cuevas y los oficios tradicionales y un Aula de Naturaleza con rutas sobre el medio ambiente, geología, botánica, clima y paisaje. La visita puede durar una hora pero se puede permanecer en el recinto todo el tiempo que se quiera.” Un grupo de jóvenes de aquí de Granada han acondicionado este barranco y se lo muestran a los turistas para que se hagan una idea de las cosas de esta misteriosa ciudad. Y lo que dentro de este recinto se puede ver son varias cuevas perfectamente acondicionadas ocupada cada una con algo diferente: vivienda, cuadra para mulos, caballos y burros, cestería, cocina, cerámica, fragua, telar, esparto, mimbre, sala de exposiciones, tablao flamenco al aire libre, asientos sobre la ladera de la montaña para saborear estos espectáculos, algo de jardín botánico, algo de huerto, barra donde se pueden saborear exquisitas paellas, chorizos, morcillas, migas y otros platos propios de estas tierras. Hay una pequeña fuente donde se puede beber y varias especies de plantas aromáticas y que se dan por la Dehesa del Sacromonte. También y, junto al tablao flamenco, se ve una pareja de burros para que los turistas los alquilen y se den un paseo por el recito. Propiamente son los niños los que disfrutas de estos animales.

Sinombre y yo estuvimos un ratico por este singular rincón y visitamos varias cuevas, nos comimos un pequeño plato de paella, porque nos invitaron, saludamos a los dos burros que ahí estaban los pobres amarrados esperando que llegaran los turistas para alquilarlos y una niña guapa, cuando me vio con Sinombre, me dijo:
- Déjame que me dé un paseo sobre el lomo de este burrito tuyo.
Sentí contrariarla porque a los niños siempre hay que tratarlos con amor. Pero le dije:
- Este burro no se alquila ni pasea a turistas. Es un borriquillo especial.
- Es lo que te iba a decir que es un burro precioso. ¿Me dejas que me haga una foto con él?
- Tampoco este burro se hace fotos con nadie. Ni siquiera conmigo. Si quieres te hago una foto con algunos de esos dos que están ahí amarrados esperando que alguien los alquile para darse un paseo.
- ¡Pues vale! Si no me puedo hacer una foto con tu burro especial me la haces con uno de estos dos que también son pipiretos. Pero luego te voy a preguntar una cosa.
Y la niña se puso abrazando el hocico de unos de los dos burros que alquilan a los turistas para que le hiciera la foto. Se la enseñé y le moló, como se dice ahora. Luego me preguntó:
- ¿Quién se puede pasear entonces en este burro tuyo?
- Solo yo alguna vez que otra y una amiga que tenemos nosotros dos. Nadie más se pasea ni se hace fotos con este amigo. Lo siento por ti porque eres una niña muy guapa.
- ¡Pues qué suerte tiene esa amiga vuestra! Me gustaría conocerla pero por si no la veo nunca dile que es muy afortunada. Nadie en el mundo tiene un burro tan mágico como este tuyo. Así que un besito para los dos y gracias por la foto. ¡Adiós adonis pipireto!
Y la niña se fue con sus padres. Sinombre le dio un beso a su manera y yo lo vi. Ella no se dio cuenta pero yo sí me di cuenta que Sinombre se sintió orgulloso de tenerme por amigo y lo mismo de tenerte a ti por amiga. Me lo dijo mientras nos retirábamos del rincón subiendo por la senda que va surcando la ladera dirección a la abadía de Sacromonte. También me dijo: “¡Qué pena me dan esos pobres burros! Ahí vestidos con esos cordones, aparejos, jáquimas y demás solo para que algún turista se fije en ellos y pague una moneda por darse un paseo sobre su lomo. Me da pena.” Le digo a Sinombre:
- Lo mismo opino pero ya ves cómo son las cosas en este mundo. Las personas se mueven casi exclusivamente por el interés del dinero y les importa poco que un pobre borriquillo esté ahí todo el día amarrado a un palo con tal de ganar dinero. Dicen que son amantes de la naturaleza y de los animales pero luego la realidad es la que es. Nuestro aprecio por estos de tu especie pero con suerte muy distinta a la tuya. No se merecen lo que están viviendo pero ¿qué podemos hacer nosotros?

Remontamos por la ladera del Barranco de los Negros y por debajo de los pinos cogemos la senda. Es una preciosa senda tallada en la pura tierra de la solana que avanza saltando de un barranco a otro casi por la misma curva de nivel hasta encajarse en el edificio del Sacromonte. Cuatro son los barrancos y nosotros los recorremos desde el menor al mayor. El primero queda más pegado a la muralla y cerca de la Fuente de la Amapola, el que le sigue es el de los Naranjos, el que viene a continuación es del de los Negros y el mayor de todos que es el Barranco del Sacromonte. Éste es al más largo y hondo y vamos desde el barranco de los Negros al del Sacromonte. En cuanto se atraviesa esta depresión, que también tiene un arroyo pronunciado, al remontar la ladera queda el gran edificio de la abadía. Mientras recorremos la angosta senda, del barranco de los Negros al del Sacromonte, te recordamos porque el día tiene cara de bueno. Con un sol espléndido, una temperatura agradable y con el campo vestido con todos los tonos frescos. Y mientras recorremos esta senda vamos gozando de una panorámica única. Por nuestra derecha nos va quedando la gran hondonada por donde discurre el río Darro y al otro lado nos saluda la grandiosa umbría de la Dehesa del Generalife. Se ven personas por todos sitios. Subiendo por el camino del Sacromonte con sus mochilas, sus gorras, sus bastones y niños que corren y gritan. Suben a la abadía. Se ven personas por las laderas que recorremos a la sombra bajo los pinos, sentados sobre la hierba, asomados al valle del río y también yendo o viniendo como nosotros. Casi a los pies nuestros y en lo hondo vamos viendo el tablao flamenco que han montado en el rincón del Barranco de los Negro. Mientras avanzamos por la senda gozamos de los sonidos de las guitarras y de los cantos de la muchacha joven que entona fandangos, soleares y otros palos flamencos. Resulta agradable y curioso este singular espectáculo y en un marco como el que nos regala la mañana y el paisaje. Te recordamos porque como nos gusta lo que estamos recorriendo, viendo y oyendo, creemos que también a ti te podría encantarse. No se goza esto todos los días ni en cualquier lugar del mundo. Y ya sabes: esta vida y las cosas que esta vida regala, si no se comparte con los amigos, todo queda sin valor. Como si esta vida y las cosas que esta vida regala no tuvieran sentido cuando no se pueden compartir con alguien. Por eso te necesitamos en estos momentos, en este marco y en este singular día”.

3- Las flores de los almendros

Mucho antes de que acabe el invierno florecen los almendros. Y, en Granada, este espectáculo es único. Quien no lo conozca y lo viva también se pierde unas de las cosas más bellas en esta ciudad. Por eso, el otro día, viendo que ya han florecido algunos de estos árboles, me acordé de los cuadernos del Anciano del cortijo del Laurel. El amigo de la niña, mío y del borriquillo Sinombre. En unas de las páginas de estos cuadernos, dejó escrito lo siguiente:

“No tardarán mucho, Sinombre, en florecer los almendros. Por eso la niña nuestra me decía el otro día:
- Gelena, una de mis tres tan buenas amigas, me ha preguntado varias veces que cuando florecerán los almendros. Ella lo está esperando porque allí en su tierra no crecen estos árboles. Y, como ahora vive en esta tierra nuestra, quiere verlos florecidos. ¿La llevaremos nosotros algún día a nuestros almendros para que disfrute de este espectáculo?
Tampoco le respondí a nuestra niña. Y no lo hice por dos cosas: donde vive ahora Gelena y sus dos amigas, hay almendros. Justo por detrás del edificio viejo de la cartuja. Desde su ventana pueden verlos y oler sus flores. ¿No te acuerdas del año pasado y el anterior? Siempre que te llevaba por estos sitios nos lo pasábamos bien jugando con las flores de los almendros. ¿A que recuerdas aquel día de la lluvia de pétalos y tú retozando como un díscolo pollinillo? ¡Qué momentos! Y muchas veces nos encontrábamos con algún niño que te miraba y quería venirse contigo. También encontrábamos personas mayores paseando perros pero estos no eran tan divertidos. Pero los niños y las personas mayores y los perros urbanícolas se entretenían mucho corriendo por la hierba y con la floración de los almendros. Por eso a ellos les gustaba y les sigue gustando mucho venir a pasearse por aquí. Para verlos, coger sus flores y olerlas y luego llevárselas en sus manos como recuerdos. ¡Cuánto les gusta a los niños, a las personas mayores, a los perros y a ti, ver las flores blancas y frescas de los almendros! Lo mismo que a Gelena y a Valeria y por eso se lo han dicho a la niña nuestra. ¿Qué haremos nosotros, este año y en esta primavera, para que ellas vivan una bonita experiencia y cuando se vayan, nos recuerden alguna vez entre flores?

Te decía que también tienen ellas almendros por el lado de arriba de su residencia. Por ese sitio que nosotros llamamos “El Puntal de los Almendros.” Es uno de los rincones que nos pertenecen y por donde, en ocasiones, nos vamos. Por este puntal ¿te acuerdes? También hace dos año jugábamos. Cuando teníamos a la Princesa y creíamos en aquellos sueños. ¿A que ahora lo recuerdas? Pues eso: que dentro de unos días ya verás tú cuantas flores cuelgan de las ramas de estos árboles. Estamos en febrero, ya casi en la mitad, y esto es como decir que la primavera llega. ¡La primavera…! ¿Qué nos traerá este año? Pero almendros, para disfrutarlos cubiertos de flores de colores, también hay en muchos rincones de Granada. Por el Sacromonte y el barrio del Albaicín, por el río Genil, por Güejar Sierra, por muchas laderas de Sierra Nevada y las Alpujarras y por el Cerro de la Viña y por las tierras de nuestro cortijo. Por todos estos lugares crecen bien los almendros y por más territorios aun. Así que a Gelena y a Valeria ¿a dónde crees tú que debiéramos llevarlas para que vean la florescencia de los almendros? Yo no lo tengo claro y por eso no le respondí a la niña cuando me preguntó. Porque tampoco sé cual sería la manera más correcta y luminosa de enseñarles estas cosas a ellas. Son personas muy sensibles, ya te lo dije, a la belleza. Y esto hay que tenerlo en cuenta para ayudarles a crecer en lo bueno y despertarle el gusto por las flores y la hierba”.

Esencias relajantes
de colores frescos
que en las mañanas tibias
del invierno,
se mecen en el aire
regalando besos.

Así son las flores
de los almendros
que florecen en Granada
cada invierno.

Esencias que alimentan
a los sueños
y dejan en el alma
blancos deseos.

Flores inmaculadas,
trozos de cielo,
pequeñas pinceladas
de Dios y lo eterno
que en las tibias mañanas
del invierno
se mecen en el aire
cual limpios besos.

4- Atardeceres en el invierno de Granada

Frente a la honda belleza

Cuando las tardes en Granada
caen por el horizonte
de la Vega ancha,
cuando las nubes se tornan
en vivas llamas
y al fondo el azul del cielo
parece derrama
ríos de hondo misterio,
asombrada mira el alma
y eleva una oración al cielo
recogida en si y calla.

Cuando en las horas de invierno
el sol se apaga
allá por la lejanía
de las montañas,
cuando roza suave el viento
acariciando la cara
y de los jardines brotan
esencias blancas,
también el corazón se asombra
y se acurruca en la clara
belleza honda y purísima
del atardecer en Granada.

Dicen que no hay en el mundo
luces más diáfanas
ni colores más profundos
ni lejanías más nachas
ni sensaciones más puras
que las que manan
de los atardeceres serenos
en Granada.

Y es cierto que al caer las tardes,
el cielo en ascuas,
por donde se marcha el río
que baja de Sierra Nevada,
se abre como en abanico
y se desangra.
Son los atardeceres
que tanto encantan
y tanto animan a rezar
y a dar las gracias.

Pero un días detrás de otro
¿sabes qué pasa
en los atardeceres que lloran
y a la vez proclaman
las fantasías más bellas?
Que en la misteriosa luz de las tardes
siempre faltas.
Por eso el alma amiga
reza, espera y calla
frente a la honda belleza
del atardecer en Granada.